Que la veracidad factual de la película sea cuestionada por sus propio realizador es lo que hace que El Vicepresidente tenga un espacio entre las biopics no tradicionales. Y aunque el trabajo de Christian Bale es notable dando vida a uno de los vicepresidentes más poderosos en la historia de los Estados Unidos, el más grande problema de la película no yace en su eficacia a la hora de recapitular los hechos, sino a las más de dos horas de sobrexposición a las que nos somete su director.

3.5/5

Que una película nos advierta que está inspirada en hechos reales no significa nada. Sin embargo, ¿qué si una biografía hace lo contrario, dejando entrever que se trata de una reimaginación levemente fiel a los hechos? Así es como comienza la nueva película de Adam McKay, El Vicepresidente, adelantándonos que si bien lo que vamos a ver en verdad ocurrió, es lo más aproximado a la realidad ya que su sujeto de estudio, Dick Cheney, es conocido por ser uno de los “líderes más reservados de la historia”.

Que la veracidad factual de la película sea cuestionada por sus propio realizador es lo que hace que El Vicepresidente tenga un espacio entre las biopics no tradicionales. Y aunque el trabajo de Christian Bale es notable dando vida a uno de los vicepresidentes más poderosos en la historia de los Estados Unidos, el más grande problema de la película no yace en su eficacia a la hora de recapitular los hechos, sino a las más de dos horas de sobrexposición a las que nos somete su director.

Narrada por Kurt (Jesse Plemmons), un veterano de las guerras de Irak y Afganistán, la película nos introduce a Dick Cheney (Bale) cuando era un joven electricista en el pequeño estado de Wyoming. Expulsado de la Universidad por su adicción al alcohol y mal comportamiento, Dick se ve obligado a mantenerse sobrio para darle sentido a su vida y salvar su matrimonio con Lynne (Amy Adams), quien lo impulsa a conseguir en 1969 un trabajo como pasante en la Casa Blanca durante la presidencia de Richard Nixon. Casi treinta años después de haber ocupado varios cargos políticos, Cheney recibe una propuesta de George W. Bush (Sam Rockwell) para que sea su “Vice” de cara a las elecciones presidenciales del 2000.  

Como cineasta, Adam McKay ha evolucionado. Cuando vemos películas como ésta o La gran apuesta, es difícil creer que pertenecen al mismo director de las dos entregas de El reportero: la leyenda de Ron Burgundy, sátiras sobre el periodismo. Y aunque en medio de esa evolución se evidencia cierto estilo (uno que a momentos vacila con el documental), si El Vicepresidente deja una sensación es que se trata de una muletilla. 

Dada la complejidad de la terminología empleada para el guión de La gran apuesta, un “docu”-drama sobre la crisis financiera de Wall Street, en aquella película McKay rompió la cuarta pared a placer con el fin de informar al público hasta el mas mínimo detalle sobre el colapso financiero del 2008. Es un dispositivo narrativo interesante, sí, pero McKay lo explotó tanto que uno podría pensar que está siendo extremadamente condescendiente. Por suerte, El Vicepresidente no llega a esos extremos pues la inclusión de un narrador – Kurt – que sí tiene una relación directa con la historia hace que el relato se sienta más orgánico. 

Si bien puede resultar desalentador enterarnos de golpe que El Vicepresidente no es una biopic que cuenta las cosas al pie de la letra (esa clase de honestidad, no obstante, es admirable), el ritmo de la película es tan dinámico como el de La gran apuesta y el trabajo actoral de Christian Bale, quien aumentó cuarenta libras para el rol, y el de Amy Adams, es tan sólido como cuando ambos trabajaron por primera vez en El peleador (David O. Russell, 2010).

Además del buen trabajo actoral, si algo hace bien el libreto de McKay a parte de abombarnos con información es ser recurrente con el tema de la película: la adicción al poder. A pesar que Cheney muestra indicios de humanidad al desistir postularse para Presidente con tal de dejar secretos familiares al margen del escrutinio público, termina aceptando ser el “Vice” de Bush. El propio Cheney admite que ser Vicepresidente es “un cargo simbólico”, pero con alguien tan incompetente como Bush a cargo – la película lo pinta como alguien que sólo quería impresionar a su padre -, fácilmente podría tener más poder que el que le corresponde. Y es así como conocemos a Cheney en la película, tomando decisiones que no le competen durante el atentado del 11 de septiembre.

Una película biográfica que asegure estar inspirada en algo real no garantiza nada. Después de todo, siempre hay una ineficacia histórica – ¿Bush es el tonto que vemos en esta película? No lo sabemos -, y McKay está perfectamente al tanto de ello. Sin embargo, lo que sí queda claro es una cosa: el poder puede ser tan adictivo como la guerra.

https://www.youtube.com/watch?v=dlYsQpQfZHQ
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