Hemos visto a Tom Holland ya en cinco películas bajo la piel del arácnido, y aún cuesta verlo como un héroe hecho y derecho. Y no es que el británico carezca de la capacidad de poder llenar el vacío de la más entrañada encarnación de Spider-Man, Tobey Maguire, sino que la evolución del personaje ha sido nula.

Si en la primera adaptación cinematográfica del personaje a cargo de Sam Raimi el Peter Parker de Maguire aprendió que “tener poderes conlleva una gran responsabilidad”, en Spider-Man: Lejos de casa, al de Holland aún ni le llega el mensaje.

3.5/5
Nota: esta crítica contiene spoilers

Hemos visto a Tom Holland ya en cinco películas bajo la piel del arácnido, y aún cuesta verlo como un héroe hecho y derecho. Y no es que el británico carezca de la capacidad de poder llenar el vacío de la más entrañada encarnación de Spider-Man, Tobey Maguire, sino que la evolución del personaje ha sido nula. 

Si en la primera adaptación cinematográfica del personaje a cargo de Sam Raimi el Peter Parker de Maguire aprendió que “tener poderes conlleva una gran responsabilidad”, en Spider-Man: Lejos de casa, al de Holland aún ni le llega el mensaje.

Ocho meses después que el chasquido de Thanos desintegrara a la mitad de la humanidad, los estudiantes de la preparatoria a la que asiste Peter intentan reajustarse a las secuelas del efecto que tuvo el evento, ahora conocido como “el blip”. Peter aún trata de adaptarse a la muerte de Tony Stark, y cuando su preparatoria prepara un viaje de verano a Europa, es sorprendido por Nick Fury (Samuel L. Jackson), quien recurre a su ayuda para que trabaje junto a Quentin Beck, mejor conocido como Mysterio (Jake Gylenhaal), y así detener a los Elementales, entidades que se manifiestan como elementos de la naturaleza (fuego, agua, tierra y aire) que han esparcido destrucción a lo largo del mundo.

Dirigida por Jon Watts, Lejos de casa es como un reciclado de películas pasadas de Marvel: Peter lidia con la ausencia de la única figura paterna que ha tenido mientras se interesa románticamente por MJ – no esa MJ; Zendaya… -; el villano de turno es otro resentido ex-empleado de Industrias Stark y por si eso no fuera poco, hay un giro muy a lo Iron Man 3 (Shane Black, 2013), solo que éste está bien logrado y no choca tanto.

Al igual que Spider-Man: de regreso a casa, esta continuación mantiene el carácter juvenil de aquella película centrando todos los contratiempos de Peter al rededor de su dificultad de tener la vida de un adolescente normal, ya que como él le admite a su mejor amigo Ned (Jacob Batalon), uno de los puntos más fuertes en el apartado cómico, “Nick Fury ha secuestrado nuestras vacaciones”.

Lejos de casa es bastante similar a su predecesora ya que las motivaciones antagónicas parten de un lugar en común. Así como el Vulture de Michael Keaton actuaba en base al rencor que sentía hacia Tony Stark, el Mysterio de Gyllenhaal opera de la misma forma, ya que si pensaban que él era el artífice de los Elementales, lo cual se había notado a leguas desde el primer avance, estaban en lo correcto. Sin embargo, Gyllenhaal merece mucho crédito por elevar a Mysterio y que no sea otro villano del montón pobremente caracterizado del MCU. Aunque se trató de un giro de tuerca muy predecible, la comicidad con la que es logrado remite mucho a lo que se hizo con el Mandarín de Ben Kingsley.

Al igual que casi todas las entregas del MCU, Lejos de casa cumple a discreción con uno que otro elemento de road movie, pero la poca evolución que se ha notado sobre el Spider-Man de Holland decepciona. Cinco películas después, es como si el personaje siguiera en pañales.

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