Argumentar que los días de gloria de Pixar son cosa del pasado es un debate abierto. Desde el comienzo de esta década que está por culminar, el estudio, en buena medida, ha apostado por realizar continuaciones que no han estado a la altura de sus precursoras.

De las nueve películas que se han estrenado desde Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010), cinco se han repartido entre precuelas y secuelas. Sin embargo, ante la falta de imaginación a la que Pixar nos ha sometido a lo largo de estos últimos años llega Toy Story 4, una de las entregas más brillantes y conmovedoras de la franquicia que no le debe nada a las otras tres.

4/5
Argumentar que los días de gloria de Pixar son cosa del pasado es un debate abierto. Desde el comienzo de esta década que está por culminar, el estudio, en buena medida, ha adoptado rutas familiares realizando continuaciones que no han estado a la altura de sus precursoras. De las nueve películas que se han estrenado desde Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010), cinco se han repartido entre precuelas (Monsters University, 2013) secuelas (Increíbles 2, 2018) y una mixtura entre ambas (Buscando a Dory, 2016). Sin embargo, ante la falta de imaginación a la que Pixar nos ha sometido a lo largo de estos últimos años incluso con conceptos originales como Valiente (Mark Andrews y Brenda Chapman, 2012) y El buen dinosaurio (Peter Sohn, 2016), llega Toy Story 4, una de las entregas más brillantes y conmovedoras de la franquicia. Triste durante su primer día en el preescolar, Bonnie (Madeleine McGraw), la niña a la que Andy le regaló todos sus juguetes, crea una manualidad que termina adoptando el nombre de Forky (Tony Hale), un tenedor de plástico convencido que su lugar es en la basura. Al tanto de lo mucho que Forky significa para Bonnie en esta etapa de su vida, Woody (Tom Hanks), quien está siendo dejado de lado, se propone a convencerlo que, al igual que los demás, es un juguete. Durante un viaje familiar en el que Forky se niega a aceptar su rol en la vida de Bonnie, Woody se reencuentra con Bo Peep (Annie Potts) y conoce a Gabby Gabby (Christina Hendricks), una escalofriante muñeca que quiere su caja de voz para finalmente poder tener una dueña. Que una película animada desprenda más humanidad que algún drama con actores reales no es ninguna novedad, ya que precisamente por eso Pixar se diferencia de otros estudios animados que realizan animaciones carentes de alguna matiz de complejidad que puedan embonar con el público adulto. Lo que sorprende de Toy Story 4 es que tratándose de una cuarta entrega – presuntamente la última – la película posea la capacidad de llegarnos con conflictos a los que uno se pueda sentir relacionado. Desde Intensamente (Pete Docter, 2015), Pixar no se había acreditado una animación tan emocionalmente madura. Aunque puede que resulte desalentador que algunos de los personajes de la trilogía original como Jessie (Joan Cusack) tengan roles reducidos, la película sabe compensarlo al introducir a nuevos memorables juguetes como Duke Caboon (Keanu Reeves), un motociclista canadiense frustrado, Ducky y Bonny (con las voces de Keegan-Michael Key y Jordan Peele), dos peluches afelpados con una actitud y Gabby Gabby, una muñeca, entre comillas antagónica, que tiene motivaciones tan genuinas como las de Lotso. Woody es el personaje que toma el protagonismo en esta cuarta entrega, pero el guión de Stephany Folsom y Andrew Santon no descuida a uno de los favoritos: Buzz (Tim Allen), quien a lo largo de la película sigue su “voz interior” en un sentido bastante literal. El libreto también nos introduce a una versión más empoderada de Bo Peep, la muñeca de porcelana que alguna vez fue propiedad de Andy. Si una película podía recordarnos de lo que Pixar es capaz, esa era Toy Story 4, una de las entregas más ingeniosas, emotivas y divertidas que el estudio ha realizado.
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