De mano de un debutante como Ari Aster y estrenada el pasado enero dentro del marco del Festival de Cine de Sundance, El legado del diablo trata sobre el tipo de horror que mejor funciona: el humano. Lo cierto es que la película es lo mejor que el género nos ha entregado desde La bruja (Robert Eggers, 2015) y probablemente una de los trabajos mejores actuadas del año.

4/5

Poco o nada me interesa el Óscar por la inclinación política – y políticamente correcta – que ha adoptado, pero si alguien a esta altura del año debería estar en seria consideración para una estatuilla esa es Toni Collette, y qué mejor que gracias a uno de los mejores trabajos de horror que se han visto en los últimos años: El legado del diablo.

De mano de un debutante como Ari Aster y estrenada el pasado enero dentro del marco del Festival de Cine de Sundance, El legado del diablo trata sobre el tipo de horror que mejor funciona: el humano. Lo cierto es que la película es lo mejor que el género nos ha entregado desde La bruja (Robert Eggers, 2015) y probablemente una de los trabajos mejores actuadas del año.

Luego del fallecimiento de su madre, de quien se encontraba distanciada, Annie Graham (Collete), una artista que se especializa en trabajar con miniaturas, dedica todo su tiempo a terminar su más reciente obra para que sea expuesta en una galería. Mientras intenta recomponer la relación con su hijo de 16 años, Peter (Alex Wolff), y aliviar las preocupaciones de su hija menor, Charlie (Milly Shapiro), Annie debe lidiar con la pérdida de su madre y con oscuros secretos familiares que ponen en peligro a su familia.

Aunque a lo largo de El legado del diablo hay uno que otro elemento que nos remite al tipo de cine efectista que sólo parece depender de sustos baratos, la película funciona porque fue pensada como un drama en el cual circunstancias familiares del pasado ayudan a darle ese giro macabro que pone todos los horrores que estamos por presenciar en movimiento.

El legado del diablo parte de un tema universal como la pérdida, pero lo hace de una forma tan espeluznante que no es complicado identificarse a las sensaciones que una mujer tan sufrida como Annie experimenta después de perder a su madre. De acuerdo a la propia Colette, si esto se tratase de una película de terror a secas lo más probable es que hubiese rechazado la oportunidad de protagonizarla. Colette nos ofrece un verdadero tour de force que merece que nos pongamos de pie y nos rindamos ante ella. Reconocida por comedias con destellos dramáticos como Pequeña Miss Sunshine, la australiana está tan metida en el rol que en sus momentos más eufóricos bajo la piel de Annie parece que algo está por estallar en cualquier momento.

Si el Legado del diabo no hubiera sido escrita como un drama, lo último que Aster hubiera hecho sería pensar en una actriz del inmenso rango actoral de Collete para el rol protagónico. Y ese resulta ser el mejor acierto de una película que captura de una forma tan siniestra el turbulento colapso psicológico de una mujer que no ha hecho sino sufrir toda su vida.

Tras de su paso por Sundance la película levantó comparaciones con indiscutibles clásicos del género como El Exorcista (William Friedkin, 1973), El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968) y Amenaza en la sombra (Nicholas Roeg, 1973). Cuando los créditos ruedan no sólo descubrimos que las comparaciones, en efecto, no están fuera del lugar, sino que El legado del diablo merece ser reconocida como una de las propuestas de horror más crudas y efectivas que se han visto en este siglo.

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