Por Julio Fernando Navas

Tras diez años de para, Paul Verhoeven, la mente detrás de clásicos de género como RoboCop, El vengador del futuro y Bajos instintos, y uno de los padres del cine erótico, está de regreso con Elle: abuso y seducción, un drama francés que pone de cabeza la mecánica entre víctima y victimario.

Elle no sólo ha atraído miradas por ser la primera película de Verhoeven en diez años — La lista negra, estrenada en 2006, era lo más reciente del director — o por su peculiar aproximación a un acto tan soez como una violación, sino por el verdadero tour de forcé de la veterana pero no reconocida (al menos fuera de Europa) Isabelle Huppert.

Michèle LeBlanc (Huppert), la cabeza creativa de una compañía desarrolladora de videojuegos, es violada por un enmascarado en la sala de su casa a plena luz del día. Dispuesta a no contactar a las autoridades debido a su turbulento historial, Michèle se propone a olvidar lo ocurrido como si nada haya pasado. Pero cuando su violador comienza a acosarla, ella se ve obligada a tomar cartas en el asunto sin permitir la intromisión de nadie.

Si existe un drama que nos remite al juego del gato y el ratón que vemos en Elle, ese es Caché de Michael Haneke. Facilmente Verhoeven pudo haber apostado a generar interés en torno a la brutalidad de la violación, a lo Irreversible (Gaspar Noé, 2002), pero su enfoque se aleja de aquello para invertir la dinámica entre presa y depredador.

Hija de un asesino en serie condenado a muerte, madre de un bobalicón comprometido a su controladora novia, amante del esposo de su mejor amiga y jefa de empleados que la detestan, la violación de Michèle parece el menor de sus problemas. En Elle no hay personajes que resalten por sus buenas cualidades, y Michèle no es uno de ellos. Es como que si Verhoeven quisiera que no sintamos lastima por un personaje que no la quiere (o cree no merecerla) de todas formas. Si Michèle no es la víctima de una violación a la que estamos habituados, es porque Verhoeven difumina perfectamente las líneas que separan al trauma del placer. ¿Es abuso cuando la víctima lo disfruta?

Más allá de cómo Verhoeven aborda la historia, lo cual de por sí es peculiar, Elle es un verdadero triunfo por el sólido trabajo actoral de Huppert. Michèle, una mujer amoral, está lejos de ser un personaje agradable (a buena ahora Verhoeven tampoco busca nuestra simpatía), pero es imposible no alinearse con una mujer fuerte e independiente que no recurre a terceros para lidiar con sus problemas.

Someterse a las más de dos horas de Elle no es sencillo, pero la maestría de Huppert frente a la cámara y la prolijidad de Verhoeven detrás de ella hacen que sea una bienvenida adición al cine erótico con rasgos de thriller.

7.5/10

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