Por Julio Fernando Navas

Quince años después del estreno de una de las precursoras más importantes del género de superhéroes (se entiende que se habla de la añorada Spider-Man de Sam Raimi, 2002) llega Spider-Man: Homecoming, un film que no sólo aborda uno de los arcos argumentales más importantes del personaje tratado en las historietas, sino que también simboliza el regreso (¿parcial?) del arácnido a la factoría de Marvel Studios.

Con Jon Watts (Cop Car, 2015) a cargo de la dirección, Homecoming logra distanciarse de la trilogía de Raimi y las dos entregas posteriores de Marc Webb (The Amazing Spider-Man y su estrepitosa continuación) para brindar una aventura fresca y jovial. A esta altura puede que estemos abombados entre tantas adaptaciones del mismo personaje dentro de un marco reducido de tiempo, pero Homecoming es una pieza que encaja orgánicamente en el rompecabezas que se ha convertido este universo cinematográfico.

Extasiado por asistir a su “mentor”, Tony Stark (Robert Downey Jr.), y pelear junto y contra Los Vengadores en la batalla del aeropuerto que se suscitó en Captain America: Civil War, Peter Parker (Tom Holland) ansía ser parte de la agrupación porque le aburre la idea de regresar a la secundaria y llevar una vida mundana. Con la ayuda de un nuevo traje tan avanzado como el del propio Iron Man, Peter intentará detener a Vulture (Michael Keaton), un obrero transformado en criminal detrás de una serie de robos en Nueva York, para convencer a Tony que lo promueva a ser un Vengador.

Uno puede medir el impacto cosechado por Spider-Man sólo por cómo ha trascendido la ahora célebre “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Homecoming no es una película memorable, pero es refrescante ver cómo confronta el concepto de lo que significa ser un héroe, el cual si bien se aleja del enfoque trágico y vengativo de las películas de Webb, se apega al principio que aprendimos en la película de Raimi, ya que como Tony le recuerda a Peter en un trayecto del film, “Si no eres nada sin el traje, entonces no lo necesitas”.

Pensada como una película que evoque la esencia de John Hughes, el padre de las comedias de “preparatoria” (The Breakfast Club, 1985; entre otras), Homecoming es completamente devota a esa porción de la vida de Peter que tan poco se repasó en las entregas anteriores. Como atestiguamos en Civil War, Holland cumple con creces como la tercera encarnación del personaje, y todas sus escenas fluyen con naturalidad, ya sea con su mejor amigo, Ned (Jacob Batalon), con su tía May (Marisa Tomei) o Happy Hogan (Jon Favreau), una de las adiciones más agradables del universo de Iron Man.

Los villanos siempre han sido un problema recurrente dentro del Universo Cinematográfico de Marvel, y aunque el Vulture de Michael Keaton no obedece exactamente esa regla, su transición de un recogedor de chatarra — otro acierto del libreto es cómo crea vínculos con pasadas entregas — a un asesino a sangre fría que trafica armas no es verosímil.

Artificialmente diversa — se entiende el concepto de ser inclusivo, pero aquí se abusa de ello —, Homecoming se acopla perfectamente al engranaje del Universo de Marvel. Pero si en algo la película también cumple es en validar aun más la obra de Raimi como un pequeño — y entrañable — clásico del género.

8/10

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