Los hermanos McDonagh – son como el equivalente británico-irlandés de los Hermanos Coen – han venido haciendo cine por separado desde hace casi una década. Pero no ha sido sino hasta ahora que su nombre ha adquirido prominencia. Martin, el menor de los hermanos y un respetado dramaturgo en Irlanda, es el responsable de Tres anuncios por un crimen. Quizás, una de las películas más moralmente esenciales desde Historia americana X (Tony Kaye, 1998).

Después de trabajos notables que pasaron medio desapercibidos como En Brujas y Siete psicópatas, McDonagh colabora por primera vez con una soberbia Frances McDormand y se vuelve a reunir con Sam Rockwell y Woody Harrelson para una comedia negra que no sólo aborda temas como la división racial en América, sino también con la importancia del perdón.

Cuando la investigación de la muerte de su hija queda estancada, Mildred Hayes (McDormand), una madre divorciada de edad media que vive con su hijo, Robbie (Lucas Hedges), decide alquilar tres anuncios en las afueras de Ebbing, Missouri, para increpar a Bill Willoughby (Harrelson), el alguacil del pequeño departamento policial, sobre la poca progresión del caso. A medida que el tiempo avanza y los anuncios levantan la atención de los medios y el rechazo de los demás habitantes de la ciudad y parte del cuerpo policial, Mildred cuestiona si esa es la mejor forma de exigir respuestas.

Incluso antes de la elección de Donald Trump, Estados Unidos (o cómo ellos prefieren proclamarse, “América”) ya era un país fragmentado. Hay tensión entre negros y blancos y policías y negros. A simple vista parece un círculo inacabable. Pero la película de McDonagh cree tener una respuesta que bordea casi en lo utópico: el perdón.

Más allá de cuestionar si se puede dar vuelta a la página ante la muerte de un ser querido, McDonagh pone en tela de duda si el odio es realmente la solución. Ninguno de los personajes que conocemos en Tres anuncios son netamente agradables, pero es fácil entenderlos ya que casi todos operan en base al resentimiento. El film tiene destellos cómicos que nunca han sido ajenos a su director, pero éste nunca permite que la comedia tome el control, pues en el fondo Tres anuncios puede despertar tanta empatía como algunos de sus personajes.

Frances McDormand y Woody Harrelson ya llevan años entregando actuaciones de primer nivel, pero el que finalmente se consolida es Sam Rockwell, quien hace magníficamente de un ignorante redneck que busca cualquier forma de interponerse entre Mildred y su búsqueda por respuestas. En los libros básicos de escritura de guión, el personaje de Rockwell representa al clásico antagonista cuya única función es oponerse a las motivaciones del protagonista. Pero el actor, largamente visto de reojo a pesar de su inmenso talento, se encarga de darle rasgos de humanidad a quien superficialmente es un policía racista que vive con su madre.

Bajo su faceta de comedia negra, en Tres anuncios se siente un aire de cine denuncia (de hecho, la película ya ha inspirado protestas inclinadas a promover justicia social) sin mucha pretensión política, sino mas bien moral.

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