Hace casi cinco años llegó a los cines Titanes del Pacífico, un proyecto pasional que se cristalizó por el amor de Guillermo del Toro hacia las películas de criaturas gigantes como El monstruo de los tiempos remotos (Eugène Lourié, 1953) y Godzilla (Ishiro Honda, 1954), y la cultura japonesa.

Este año se estrena Titanes del Pacífico: La insurrección, la cual no sólo perdió a del Toro por problemas de producción – aquello se aplazó tanto que el mexicano prefirió mantenerse ocupado en La cumbre escarlata y la reciente ganadora del Óscar, La forma del agua –, sino también todo lo que hizo a su antecesora especial. Lo cierto es que insurrección tiene más de las películas de Transformers de Michael Bay que del mundo que del Toro había creado.

2.5/5

Hace casi cinco años llegó a los cines Titanes del Pacífico, un proyecto pasional que se cristalizó por el amor de Guillermo del Toro hacia las películas de criaturas gigantes como El monstruo de los tiempos remotos (Eugène Lourié, 1953) y Godzilla (Ishiro Honda, 1954), y la cultura japonesa.

Este año se estrena Titanes del Pacífico: La insurrección, la cual no sólo perdió a del Toro por problemas de producción – aquello se aplazó tanto que el mexicano prefirió mantenerse ocupado en La cumbre escarlata y la reciente ganadora del Óscar, La forma del agua –, sino también todo lo que hizo a su antecesora especial. Lo cierto es que insurrección tiene más de las películas de Transformers de Michael Bay que del mundo que del Toro había creado.

Han pasado diez años desde que el heroico acto de Raleigh Beckett (Charlie Hunnam, una de las grandes omisiones de la película), Mako Mori (Rinko Kikuchi) y Stacker Pentecost (Idris Elba) permitió cerrar la brecha por donde los kaiju entraban al planeta. Jake (John Boyega), hijo de Stacker, es un ex-piloto que se gana la vida robando partes de jeagers para venderlas al mercado negro. Sin embargo, es arrestado junto a Amara (Cailee Spaney), una joven saqueadora que logró armar un jeager por su cuenta, y es obligado por su media-hermana, Mako, a enlistarse al Cuerpo de Defensores del Pacífico, donde junto al estricto Nate Lambert (Scott Eastwood) deberán formar a una nueva generación de pilotos de cara a futuras invasiones.

Aunque algunos ven a Titanes del Pacífico como uno de los puntos bajos de la filmografía de del Toro – ciertamente no está a la altura de otros trabajos suyos más profundos como El laberinto del fauno –, es el tipo de película que sólo se podría apreciar dentro de las inmediaciones de una sala de cine. Desde el trabajo sonoro hasta las coreografías de los enfrentamientos, podías sentir la intensidad de cada golpe, el movimiento de los jeagers y el rugido de los kaiju. Esa sensación se desvanece en manos del director Steven S. DeKnight, quien hace de insurrección una película sin personalidad donde ni las peleas están a la altura de lo que del Toro había logrado.

Mientras del Toro hacía una película con amor, DeKnight se encargó de dirigir en una continuación destinada a dar cabida a futuras películas para un posible universo cinematográfico. Boyega hace de un protagonista medio agradable que no quiere vivir bajo la heroica sombra de su padre, y es bueno ver de regreso a Kikuchi y a los doctores interpretados por Charlie Day y Burn Gorman, pero la trama no es ni novedosa ni lo suficientemente sólida para sustentar una continuación y las escenas de acción no están impregnadas del mismo nivel de emoción que se sentía en la película de del Toro.

Y no es que la trama de Titanes del Pacífico haya impresionado por su complejidad, pero al menos el mundo de aquella película era tan colorido como sus personajes (se extraña al excéntrico Hannibal Chau de Ron Perlman) y criaturas. Se sentía la mano del director. En insurrección se siente la mano de un estudio desesperado por encontrar una franquicia.

Puede que la nostalgia los arrastre a ver esta continuación, pero no cuenten conmigo para una eventual tercera entrega.

CategoríasCríticas