A Glitch in the Matrix, de Rodney Ascher.

La fascinación hacia ciertos temas ignorados por el inconsciente colectivo (¿Stanley Kubric confirma en The Shining que dirigió para la NASA el aterrizaje del hombre en la Luna? ¿Existe un aspecto sobrenatural detrás del fenómeno de la parálisis del sueño?) o, mejor dicho, que resultan tan intranscendentes que ni siquiera vale la pena invertir tiempo pensando en ellos, es lo que mueve el cine del documentalista Rodney Ascher.

Luego de dar rienda suelta a sus fantasías en Room 237 y The Nightmare (cuánto es la cuestión), Ascher explora en su nueva película que pasó hace muy poco por el Festival de Cine de Sundance, A Glitch in the Matrix, si lo que identificamos como realidad no es más que una simulación por computadora creada por inteligencia superior.

Como en dos anteriores documentales, Ascher sacrifica su voz para construir el relato a partir de testimonios en vídeo que van de personas obsesionadas con Matrix que juran haber sido testigos de ciertos “bugs”, por así decirlo (como Jim Carrey descubriendo el plato de grabación en El show de Truman), que han desmantelado su noción de la realidad en la que viven, hasta con estudiados en el tema capaces de sustentar la teoría sin perder la objetividad.

El problema de A Glitch in the Matrix es que da más peso a la subjetividad y experiencias personales (mismas que no se pueden probar) de entrevistados que seguramente también creen que la masacre de Sandy Hook fue orquestada, por sobre quienes tienen más argumentos (con bases científicas) para demostrarle a los escépticos que la idea de que somos seres artificiales en un mundo simulado es más factible de lo que parece.

Con A Glitch in the Matrix me pasa lo mismo que con el documental sobre Bob Lazar, Area 51 & Flying Saucers (Jeremy Corbell, 2018): un tema fascinante desperdiciado por decisiones cuestionables en la dirección. En el caso de Ascher, dar desmedidamente una plataforma a desconocidos que no le hacen ningún favor a la causa.

Lo que hace de A Glitch in the Matrix un documental especial (más allá de su peculiar tema de estudio) es que Ascher ha creado un nuevo lenguaje en el proceso. Salvo las imágenes de películas con las que se apoya la narración (a eso sumarle la declaración de Philip K. Dick, uno de los grandes autores de la ciencia ficción, durante una conferencia en Metz), de acción real casi no hay nada, lo cual compagina muy bien con el concepto de identidad y artificialidad que manejan en la propia película. Los testimonios son grabados por medio de chat en video, y encima de eso, los entrevistados no muestran su apariencia real, sino que lo hacen a través de avatares, lo cual supondría una simulación por encima de una simulación. Las escenas en exteriores son recreados con imágenes generadas por Google Earth y los interiores recreaciones computarizadas en 3-D.

Si bien la teoría de la simulación tiene sus bases, Ascher pone una nube negra sobre el tema exponiéndolo a una audiencia mainstream bajo la mirada de un grupo de fanáticos de las conspiraciones. Lastimosamente, A Glitch in the Matrix tiene ganado un merecido lugar junto a Behind the Curve (el documental sobre terraplanistas). Y creo que esa comparación lo resume bastante bien.