Ad Astra, la ambiciosa primera incursión de James Gray (Z: la ciudad perdida, 2016) en el género, plantea un conflicto que no resulta novedoso dentro de los parámetros de la ciencia ficción: ¿hay vida inteligente allá afuera? Pero es la búsqueda de un hombre por encontrar a su padre lo que hace que este sea un viaje que impresiona tanto por su despliegue visual como por su profundidad emocional.

3.5/5

La espectacularidad – misma que se traduce a la innovación técnica que ocurre detrás de cámaras – es algo inherente en las películas de ciencia ficción que tienen lugar en el espacio exterior. En estos últimos años, no obstante, el enfoque ha variado, dando como resultado trabajos que pasan por una línea más introspectiva como First Man – el primer hombre en la Luna (Damian Chazelle, 2018) y High Life (Claire Denis, 2019).

Ad Astra, la ambiciosa primera incursión de James Gray (Z: la ciudad perdida, 2016) en el género, plantea un conflicto que no resulta novedoso dentro de los parámetros de la ciencia ficción: ¿hay vida inteligente allá afuera? Pero es la búsqueda de un hombre por encontrar a su padre lo que hace que este sea un viaje que impresiona tanto por su despliegue visual como por su profundidad emocional.

Situada en un futuro no muy lejano en el que los conflictos del planeta han obligado a la humanidad a buscar prosperidad en las estrellas, la película cuenta la historia de Rory McBride (Brad Pitt), un astronauta que trabaja para el Comando Espacial de los Estados Unidos. Durante una revisión rutinaria en la Antena Espacial Internacional, destellos cósmicos provenientes desde Neptuno provocan descargas eléctricas a lo largo de toda la Tierra. Rory, luego del accidente que por muy poco le cuesta la vida, es reclutado por el Comando e informado sobre la posibilidad que su padre (Tommy Lee Jones), un astronauta que desapareció hacía dieciséis años durante el Proyecto Lima, una misión que planeaba encontrar inteligencia extraterrestre, siga con vida. Así, Rory se embarca en un viaje hasta Marte para intentar llegar a la órbita de Neptuno y hallar a su padre.

Antes de rodar la película, Gray compartió su intención de hacer de Ad Astra la representación más genuina de un viaje espacial y, desde ese sentido, la película retrata con mucha lucidez las repercusiones psicológicas de lo que representa permanecer aislado en el espacio.

Ad Astra se trata de un film dedicado casi que por completo al íntimo viaje de Rory a lo largo de nuestro sistema solar, pero dicha travesía, la cual, juzgando por lo que está en juego, se podría entender como una odisea que se yuxtapone constantemente a la grandilocuencia con la que el director de foto, Hoyte van Hoytema (Interestelar, 2014), y el compositor Max Ritcher traen a la vida la bella inmensidad del espacio ante nuestros ojos.

La de Rory es una búsqueda personal financiada por intereses ajenos, pero nunca se siente como un detalle menor en la trama a pesar de estar bajo la sombra de una misión que parece más grande que la vida misma.

Pitt, quien ya se lució hace unos meses en Había una vez en Hollywood, brilla como un astronauta que ha tomado decisiones en base a la ausencia de su padre y a su obsesión por encontrar inteligencia extraterrestre.

Levantar comparaciones con otras obras espaciales como 2001: odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968) y Solaris (Andrey Tarkovsky, 1971) no suena del todo justo, pero Gray ha moldeado un reflexivo viaje espacial que no se queda nada corto.

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