Adaptada de la storyline Old Man Logan, Jackman vuelve a reunirse con el director de The Wolverine, James Mangold, para Logan, un film que satisfará por su sorpresivo grado de violencia y la identificable historia de la relación entre un padre y su hija, pero que queda a medias despidiendo a dos de los personajes más entrañables de la saga.

4/5

Después de casi dos décadas, Hugh Jackman da vida a Wolverine por última vez. Su decisión de dar un paso al costado tras nueve películas en su curriculum no sólo se siente como el fin de un ciclo que sacudirá al universo X-Men, sino también como uno dentro de la enorme burbuja en la que habita el cine de superhéroes.

Adaptada de la storyline Old Man Logan, Jackman vuelve a reunirse con el director de The Wolverine, James Mangold, para Logan, un film que satisfará por su sorpresivo grado de violencia y la identificable historia de la relación entre un padre y su hija, pero que queda a medias despidiendo a dos de los personajes más entrañables de la saga.

En el 2029 ya casi no quedan mutantes con vida. Logan (Jackman) se dedica a conducir una limusina y a proveer medicina a un senil Charles Xavier (Patrick Stewart), quien es incapaz de controlar sus poderes. Una noche una enfermera (Elizabeth Rodriguez) que trabaja para la corporación Transige se aproxima a Logan para que se haga cargo de Laura (Dafne Keen), una pequeña mutante con poderes similares a los suyos. Cuando Laura es acogida por Charles y Logan, ellos se convierten en blancos de Donald Pearce (Boyd Holbrook), un asesino a sueldo que tiene la misión de capturar a la mutante para la corporación.

Pensado como una suerte de western — Mangold dirigió hace diez años un fantástico remake de 3:10 to Yuma (Delmer Daves, 1957) —, el film está ambientado en la árida planicie de la frontera mexicana, donde un debilitado Logan (ni la sombra de lo que era) y un envejecido Charles viven como forajidos, alejados de cualquier contacto que puedan tener con el resto de la sociedad.

Tonalmente Logan pasa por la misma línea de The Wolverine. Si en aquella película Mangold exploró los tormentos existenciales del personaje en relación a la mortalidad, en Logan el director toma su culpabilidad como el hilo conductor del relato. Ambas son películas introspectivas, pero en Logan se siente más sustancia debido a la relación que el personaje mantiene con Charles, la única figura paterna que ha tenido, y Laura, genéticamente alterada en un laboratorio con su ADN.

Ahora, debido a lo poco que se mostró en los avances, a nivel gráfico (cabezas y extremidades cortadas están a la orden del día) Logan no le debe nada a Deadpool. “No puedo creer que me salí con la mía”, confesó Mangold durante una entrevista, y después de ver Logan se entiende. El problema de la película yace en cómo despide a sus dos personajes principales. Esta fue la última vez que vimos a Jackman y a Stewart dando vida a Logan y a Charles, respectivamente, y la película se deshace de ellos de la forma menos memorable posible. Puede que haya simbolismo detrás de la despedida de Logan, pero no hay una sensación de una resolución adecuada o de la transición hacia una nueva generación. Eso sí, actoralmente ambos salen por la puerta grande.

Después de casi veinte años, Logan es un film bastante digno con el cual cerrar un capítulo, pero con tanto mutante adolescente rondando y los de antaño extinguiéndose, le esperan días negros al desintegrado y temporalmente inconsistente universo X-Men.

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