Siguiendo el camino cimentado por TangledFrozen, Moana se una a la lista de historias de princesas oprimidas y padres sobreprotectores. Sin embargo, lo que más llama la atención es que ésta es la primera animación de la factoría de Walt Disney Pictures en tener como protagonista a un personaje oriundo de Oceanía.

Si bien Moana nos remite a un buen puñado de musicales animados que pasan por la misma factura, la animación, dirigida por el dúo detrás de The Princes and the Frog (John Musker y Ron Clements), sigue la línea de Frozen al presentar a un personaje femenino que busca valerse de sí mismo. Moana, sin pretensiones aleccionadoras agresivas, es un buen recordatorio de porqué debemos mantener nuestras tradiciones con vida.

Moana (Auli’i Cravalho) es la hija de Tui Waialiki (Temuera Morrison), el jefe de una isla llamada Motunui ubicada en la Polinesia. Cuando Moana descubre por medio de su abuela, Tala (Rachel House), que hace mil años un arrogante semi-dios que va por el nombre de Maui (Dwayne Johnson) robó una piedra preciosa (el corazón místico de la diosa Te Fiti) para ofrecérsela a los humanos, ella se propone a abandonar la maldecida isla contra la voluntad de sus padres para encontrar al semi-dios y así poder recuperar la piedra.

Si bien Moana no es la primera animación de Disney que trata de hablar sobre temas actuales (por medio de una alegoría con animales, Zootopia, también de Disney, plantea un buen discurso sobre la diversidad y la desigualdad de género), es la que mejor lo hace. Moana no es por completo una animación feminista, pero sí es una que celebra la independencia de la mujer.

Si Frozen representa una animación sobre la liberación, Moana es una que gira en torno a la reconciliación con la naturaleza (restablecer los lazos con ella), las costumbres y la tradición. Temáticamente hablando, Moana es una de las animaciones más enriquecedoras de la cual Disney es acreedora.

La ambición del guión de Jared Bush (Big Hero 6, Zootopia) es evidente tanto por los temas de los que pretende hablar como por la forma de la que es capaz de contar historias y leyendas. Ya sea por medio del océano e incluso los tatuajes de Maui, los números musicales de Moana le dan una verdadera lección en creatividad a los de Frozen.

Quizás, sobre el final, lo único que se le puede cuestionar a Moana es el exceso de escenas de musicales durante momentos dramáticos (resta seriedad), pero es una película (si se quiere, una road movie sobre el océano) tan culturalmente enriquecedora y bellamente animada que no se le puede reprochar mucho.

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