Marquen la fecha: Ridley Scott ha regresado. Si algo hemos aprendido de la ilustre carrera del veterano de 77 años, es que no es prolijo seleccionando proyectos. Desde su mediocre thriller Red de mentiras hasta sus diversas realizaciones épicas como Robin Hood y Éxodo: Dioses y reyes, Scott las ha visto negras por casi una década — Prometeo, un regreso a sus raíces, significó un prematuro respiro —, pero eso ha terminado.
Scott no ha trabajado en algo memorable desde la biografía de Frank Lucas, Gangster americano, pero con el material de origen correcto, y un guión a punta de Drew Goddard, el director regresa con más fuerza que nunca con la adaptación de Misión rescate, impulsada por un fantástico monólogo de Matt Damon. Misión rescate es ciencia ficción en su estado más puro.
Durante una misión de reconocimiento en Marte, una fuerte tormenta azota a los tripulantes del Ares III. El astronauta Mark Watney (Damon) es golpeado por una antena y dado por muerto por Melissa Lewis (Jessica Chastain), la comandante de la tripulación. Sin embargo, Watney no muere. Despierta abandonado en el planeta, medio muerto, sabiendo que no puede comunicarse con la NASA y que las provisiones que restan no son suficiente para aguardar por un rescate que tomaría cuatro años en llegar, por lo que debe idear una forma de mantenerse con vida hasta contactarse devuelta con la Tierra.
Mark Watney pasará a los confines de la historia de la ciencia ficción como el mejor superviviente bajo la peor situación imaginable. Desolado en un planeta desconocido, y sin provisiones, Watney despliega su pragmatismo (y el biólogo en su interior) para no sólo intentar comunicarse con la NASA y coordinar un rescate, sino también para cultivar en un planeta árido donde técnicamente nada puede crecer.
Ésta es probablemente la mejor actuación de la carrera de Damon, y quizás la única ocasión en la que deba sostener todo el peso narrativo de una película sobre sus hombros. Damon da vida a un Watney sumamente astuto que no pierde tiempo en lamentos y que habla a mil por minuto. El personaje dosifica la poca energía que le queda para planificar la manera de permanecer con vida.
Lo que hace a Misión rescate, adaptada de la novela de Andy Weir, superior a otras producciones de género como Gravedad (Alfonso Cuarón, 2013) e Interestelar (Christopher Nolan, 2014) es que es dirigida por el maestro que ya nos entregó sendos clásicos como Alien: el octavo pasajero, Blade Runner y la aceptable Prometeo. En comparación a Scott, Cuarón y Nolan han realizado películas admirables desde lo técnico, pero de una forma u otra han quedado debiendo. Con Misión rescate, Scott nos prueba qué tan bien conoce el género y porqué no debería mantenerse alejado de él.
Si bien pasamos casi todo el tiempo con Damon desde Marte, el guión de Goddard nos da un respiro cortando a las centrales de la NASA, encabezada por Teddy Sanders (Jeff Daniels), y a la nave de Lewis, arrepentida de haber tenido que abandonar a Watney para asegurar el bienestar de los otros tripulantes de la nave. Misión rescate es una película donde todos están tomando decisiones todo el tiempo, y aun cuando parece entrar en un letargo, la dirección de Scott y la punzante música de Harry Gregson-Williams le proveen de vida. Antes de Misión rescate, la ciencia nunca había sido tan divertida.