“Bob Dylan es el único cantautor en recibir el Premio Nobel por Literatura. No asistió a la ceremonia”, hacen de cuenta, en plan anecdótico, unos títulos sobre negro al cierre de Un completo desconocido, quizás el mejor punchline para concluir una película sobre un genio anarquista del folk que no siguió otros pasos que no fueran los suyos.

A cargo de James Mangold, que dos décadas atrás llevó a las pantallas la vida y carrera de Johnny Cash, contemporáneo de Dylan que hace presencia en esta película , Un completo desconocido es una adaptación que no descubre terrenos inexplorados dentro del género de las biografías musicales, pero que consolida la versatilidad de Thimoteé Chalamet y que sustenta esa creencia que los genios dotados con sensibilidades fuera de la norma son unos auténticos imbéciles. Y se acepta.

Hecho pelota en el maletero de un taxi, un joven, desaliñado e incauto Bob Dylan (Chalamet) arriba a Nueva York para conocer a su ídolo, Woody Guthrie (Scoot McNairy), una leyenda del folk que padece de un fuerte cáncer pulmonar que lo tiene a medio morir en una cama de hospital. Es allí que se cruza en el camino de Peter Seeger (Edward Norton), otro referente del género que, como todo un caza talentos, lo acoge en su morada hasta que se hace de un nombre a la tierna edad de 21 años y lanza su primer disco, mayormente compuesto por remakes de otras canciones. Mientras un insatisfecho Dylan se asienta en La Gran Manzana con la idea de irrumpir – bajo sus términos y condiciones – en la escena musical, conoce a Sylvie (Elle Fanning), una joven bastante bohemia que le da cierta estabilidad a su vida, y hasta se enreda con Joan Baez (Monica Barbara, una revelación bajo este rol), otra de las nuevas caras del folk con la que comienza un amorío intermitente.

Un completo desconocido perfectamente podría ser otro – el quinto, para ser exactos – remake de Nace una estrella (William A. Wellman, 1937), y no nos daríamos ni cuenta. Ya sabemos de qué va la cosa: un donnadie de un pueblito (de Minnesota) que llega a una metrópoli con un sueño y una guitarra en mano. Como puntualizo en la introducción de este texto, Mangold no pretende reinventar la rueda y el libreto de su coautoría, basado en la novela Dylan Goes Electric!, se arrima sobre la propia singularidad del músico, y hasta de sus contradicciones, para moldear un estudio de personaje que nos da una mirada al proceso de creación de un genio artístico. De esos neuróticos que no duermen y llenan el cenicero de pilas y pilas de colilla. “Puedes ser hermoso o puedes ser feo, pero no puedes ser plano”, advierte en una escena. Y así hay muchos pasajes llenos de sermones que develan un alma vieja atrapada en el cuerpo de un veinteañero que, en todo su apogeo, descubrirá que puede deambular por la vida sin otra mitad.

Desde la segregación hasta el escándalo de Watergate, la crísis de los misiles y el asesinato de Kennedy, esta adaptación hace un tour a través de uno de los periodos más turbulentos de la historia americana, todo sirviendo como repertorio para las revolucionarias y poéticas letras de Dylan, muy adelantadas a su época. La introducción del sonido eléctrico en el folk sirve como otro contrapunto en el arguento para resaltar el espíritu indomable del cantautor.

Probablemente hay tantas biografías de Dylan como álbumes falsificados de su obra, pero el gancho de Un completo desconocido reside en números musicales – interpretados por los propios actores – que alcanzan una fuerza solo comparable con la austera – pero no menos sublime – Once de John Carney.

Vayan por Chalamet, pero quédense por el folk y Monica Barbaro.

Searchlights Pictures.

CategoríasCríticas