Jeremy Saulnier sólo ha dirigido tres películas, pero eso es todo lo que le ha necesitado para proclamarse como un cineasta con visión y apetito por el género. Este año, Saulnier, formado como cinematógrafo, presenta su nuevo thriller, Green Room. Para los que hemos seguido la corta carrera del director, este nuevo trabajo de su autoría viene acompañado de una sensación de que estamos presenciando el surgimiento de un director cuya más grande virtud es trabajar con pocos recursos.
A diferencia de su anterior trabajo, la aclamada Cenizas del pasado, Saulnier labura con más presupuesto y un ensemble de estrellas para ésta, su tercera película, la cual, dicho sea de paso, resulta ser la más personal (recoge experiencias suyas de cuando asistía a conciertos) de su filmografía.
★★★★★4/5
Jeremy Saulnier sólo ha dirigido tres películas, pero eso es todo lo que le ha necesitado para proclamarse como un cineasta con visión y apetito por el género. Este año, Saulnier, formado como cinematógrafo, presenta su nuevo thriller, Green Room. Para los que hemos seguido la corta carrera del director, este nuevo trabajo de su autoría viene acompañado de una sensación de que estamos presenciando el surgimiento de un director cuya más grande virtud es trabajar con pocos recursos.
A diferencia de su anterior trabajo, la aclamada Cenizas del pasado, Saulnier labura con más presupuesto y un ensemble de estrellas para ésta, su tercera película, la cual, dicho sea de paso, resulta ser la más personal (recoge experiencias suyas de cuando asistía a conciertos) de su filmografía.
Los Ain’t Rights (compuesta por Tiger — Callum Turner —, el vocalista; Pat — Anton Yelchin —, el bajista; Sam — AliaShawhat —, la guitarrista; y Reece — Joe Cole —, el baterista) son una banda de punk rock que intenta hacerse de un nombre en la escena local. Cuando aceptan un trabajo para tocar en un bar neo-nazi, Pat presencia un asesinato, lo cual hace que la banda sea obligada a permanecer en un cuarto de espera mientras el dueño del lugar y líder de los demás skinheads, Darcy Banker (Patrick Stewart), planea deshacerse de ellos.
Con apenas $400,000 dólares y su mejor amigo, Macon Blair (aquí también vierte su talento como la mano derecha de Darcy), en el protagónico, Saulnier logró hacer maravillas (e incluso levantar comparaciones con la ópera prima de JoelCoen, Simplemente sangre) con Cenizas del pasado. Por lo que desde ese punto de vista, Green Room, una película con potencia actoral, más capital, y simplemente más recursos, queda debiendo.
No hay muchas películas sobre neo-nazis, ni tampoco una que los enfrente a una banda de punk atrapada en una habitación en una carrera contra el tiempo para idear una forma de escapar con vida. La propuesta de por sí es atractiva. Lo suficiente para capturar a cualquiera, pero Saulnier no sólo sabe cómo trabajar la imagen de sus películas, ya que también es un buen escritor. Sus personajes son sucios y siempre están en necesidad. Si en Cenizas del pasado seguimos a un vagabundo que vive de escabullirse en casas ajenas para tomar baños y ropa prestada, aquí la dueña del relato es una banda con una definición única de lo que significa hacer música que se moviliza a lo largo del país robando gasolina y comiendo sobras.
Green Room, quizás un film que juega más para impresionar al espectador con buen gore que para contar una buena historia, podrá ser un tanto diferente a Cenizas del pasado, pero Saulnier explora las mismas temáticas en ambas películas, las cuales por definición califican como una “revenge movie”. La una más directa que la otra.
Puede que Green Room carezca del peso dramático y emocional de Cenizas del pasado, pero eso no le resta méritos como una película visceral que ofrece una mirada brutal a mundo que poco hemos visitado. Complementada por un intimidante Patrick Stewart en el rol más siniestro de su carrera, Green Room no debería decepcionar a los que confían en la visión de Saulnier o a quienes nunca han visto a una banda de punk siendo acosada por nazis.