Gretel y Hansel, de Oz Perkins.
Con el precedente que sentó Robert Eggers hace apenas unos años, es inevitable no pensar en su ópera prima cuando se trata de una propuesta independiente sobre una bruja que habita en las entrañas de un lúgubre bosque.
Con una notable – y entendible; ya elaboraremos en eso – alteración en el título llega este año, a cargo del director Oz Perkins (Soy la cosa bella que vive en esta casa, 2016), una nueva versión cinematográfica del recordado cuento de hadas de los Hermanos Grimm, Hansel y Gretel, ahora Gretel y Hansel, una adaptación cuyo único hallazgo reside en la construcción de un personaje femenino que cuestiona su rol como mujer en una sociedad medieval.
Gretel (Sophia Lillis, Eso) y su hermano menor, Hansel (Sam Leakey), son expulsados de su hogar por su demencial madre al no encontrar un trabajo que les permite subsistir luego de la muerte de su padre. Buscando dónde vivir, los hermanos dan con una casa en medio del bosque y son recibidos por Holda (Alice Krige), una mujer mayor que no tiene problemas en acogerlos. Los hermanos se ofrecen a trabajar a cambio de techo y comida, pero cuando Gretel comienza a experimentar sueños que mas bien parecen visiones, sospecha de las verdaderas intenciones de su anfitriona.
La esencia de esta nueva reimaginación sale a flote en una de las primera escenas, cuando Gretel se niega a aceptar un trabajo como ama de llaves a sabiendas que básicamente le depararía servir como esclava sexual a su empleador.
El concepto del empoderamiento de Gretel – siendo esto lo único que fortalece relato – se manifiesta de dos formas en el libreto de Rob Hayes: la primera como la historia una joven mujer que se rehusa a aceptar el rol que, de acuerdo su género, parece condenada a cumplir. Y la segunda como el camino (¿destino?) que debe seguir para convertirse en una bruja.
El problema es que casi todas las escenas entre Holda y Gretel son bastante explícitas en el sentido que el subtexto de sus conversaciones es bastante obvio, tanto que llega a ser redundante especialmente si ya vimos a Gretel rechazar un avance sexual.
Si bien lo más llamativo de esta adaptación es la alteración de su nombre – en el cuento Gretel es la menor -, Hayes no hace de la presencia de Hansel compromiso con la fidelidad de la obra al sugerir que, al igual que su hermana, él también tiene un destino que no es menos importante.
En fin, salvo el aspecto medianamente feminista con el que la obra de los Grim es nuevamente adaptada al cine, y la música del compositor francés Robin Coudert (Revenge: venganza del más allá), no hay mucho más que se pueda rescatar sobre la película de Perkins.