Si en esencia el cine ofrece una ruta de escape de la realidad, este segundo remake de Negra Navidad es una diatriba tan insoportable, algo de ver para creer, que sólo podría compararse al risible comercial de Gillette sobre la masculinidad tóxica, porque eso es esta versión de Negra Navidad. Si tuviera otro nombre sería algo así como Abajo el patriarcado: la película.

1.5/5

¿Qué mejor que sumarse a una lucha social para justificar un remake, no? Es con esa premisa que la actriz y directora Sophia Takal (Siempre brilla, 2016) adapta al cine una versión feminista de una de las pocas referentes navideñas del cine de horror, Negra Navidad (Bob Clark, 1974).

Si en esencia el cine ofrece una ruta de escape de la realidad, este segundo remake de Negra Navidad es una diatriba tan insoportable, algo de ver para creer, que sólo podría compararse al risible comercial de Gillette sobre la masculinidad tóxica, porque eso es esta versión de Negra Navidad. Si tuviera otro nombre sería algo así como Abajo el patriarcado: la película.

Es vísperas de Nochebuena y los estudiantes de la Universidad de Hawthorne se preparan para sus vacaciones navideñas. Riley Stone (Imogen Poots), miembro de la hermandad MKE, aún lidia con el trauma de haber sido violada por Brian Huntley (Ryan McCintyre), Presidente de otra fraternidad de la Universidad, un año antes. Sin embargo, cuando otras estudiantes comienzan a desaparecer, Riley y sus tres mejores amigas creen que una secta misógina (lo leyeron bien) a cargo de un profesor que se niega a incluir literatura escrita por mujeres en su malla está detrás de ello. Las chicas, sin nadie que les crea, deciden tomar cartas en el asunto.

Este remake “progre” de Negra Navidad no fracasa por el constante bombardeo ideológico al que nos somete, sino por su mera ridiculez. De la original ésta sólo toma el nombre, pues la película de Clark ha sido tergiversada a raíz. De un escalofriante asesino en un ático pasamos a una secta de chicos blancos (aquí se le pasó por alto la diversidad al director de casting, al parecer) que adquieren poderes sobrenaturales del busto de la estatua del fundador de la Universidad.

Se puede hacer cine de género empoderando a personajes femeninos, lo cual se ha visto en exponentes recientes realizadas por mujeres como Venganza del más allá (Coralie Fargeat, 2017) y The Nightingale (Jennifer Kent, 2019). Hasta un final como el de A prueba de muerte (Quentin Tarantino, 2007) hubiera sido más que suficiente. No había alterar demasiado el trabajo de Clark para que el mensaje llegue, pero el resultado, en vez de aleccionador, termina siendo penoso ridículo.

No hay línea de diálogo que no trate sobre desigualdad de género, opresión, patriarcado, cultura de violación, machismo o misoginia y, como imaginarán, eso cansa rápidamente. Con excepción de la Riley de Poots, cada personaje, construidos únicamente en base a su grado de feminismo, es más irritante que el anterior y los sustos son tan carentes como la intención de Takal de hacer un remake siquiera presentable.

Mujeres que no regresan a casa, hombres que no les creen a mujeres y uno de los peores números musicales navideños en la historia del cine. Esta versión de Negra Navidad seguramente encontrará su nicho entre simpatizantes de colectivos como Ni una menos y movimientos como el #MeToo, pero eso no es decir mucho realmente. Abstenerse seguidores de la original o del cine de terror en general.

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