Construir una sátira al rededor de las convenciones narrativas de algún género en particular se ha vuelto, por más contradictorio que suene, un género en sí. Es en esa clase de disyuntiva en la que se encuentra la nueva comedia romántica de Todd Strauss-Schulson (La última chica, 2015), ¿No es romántico? Distribuida por Netflix, la película elabora una crítica dirigida a los clichés de las comedias románticas y el rol de las mujeres en ellas. Y no es que los cuestionamientos de ¿No es romántico? estén fuera de lugar, porque sí, las comedias manufacturadas por esa maquinaria llamada Hollywood nos venden una versión edulcorada de la realidad con finales felices y besos bajo la lluvia. Pero el hecho que esta rom-com, como muchas de las que critica, acabe con un número musical – y entre otras cosas – le resta cualquier tipo de credibilidad al discurso que se teje durante casi noventa minutos
Distribuida por Netflix, la película elabora una crítica dirigida a los clichés de las comedias románticas y el rol de las mujeres en ellas. No es que los cuestionamientos de ¿No es romántico? estén fuera de lugar, porque sí, las comedias manufacturadas por esa maquinaria llamada Hollywood nos venden una versión edulcorada de la realidad con finales felices y besos bajo la lluvia. Pero el hecho que esta rom-com, como muchas de las que critica, acabe con un número musical, le resta cualquier tipo de credibilidad al discurso que se teje durante casi noventa minutos.