Incluso si nos obligamos a creer que puede haber una película de Venom sin Spider-Man, el primer spinoff del simbionte es un debacle por donde se lo mire. Los avances y los penosos efectos visuales habían anticipado que estábamos ante un fracaso similar al de Spider-Man 3 (Sam Raimi, 2007) y aquella espantosa encarnación de Topher Grace como Eddie Brock, y aunque Tom Hardy le hace más justicia al personaje – esto es lo más flojo que se ha visto del británico desde ¡Esto es guerra! (McG, 2012) –, la película es tan inconsistente, tan retrógrada en cuanto a la evolución del cine de superhéroes, que remite al abismal reboot de Los 4 Fantásticos (Josh Trank, 2015).
Venom, dirigida por Ruben Fleischer (Zombieland, 2009), es un fracaso de tal magnitud que levantar comparaciones con Spider-Man 3 podría sonar como un halago.
Eddie Brock (Hardy) es un reportero que va directo al grano. Al tanto de las prácticas inhumanas de la Fundación Life, Brock denuncia a su desalmado director ejecutivo, Colton Drake (Riz Ahmed), durante una entrevista televisiva, lo cual provoca que él pierda su trabajo y que su prometida, Anne Weying (Michelle Williams), sea despedida de la firma que iba a defender a la Fundación de las acusaciones. Mientras Drake experimenta con humanos cuando un asteroide trae consigo simbiontes al planeta, Brock es contagiado por uno que tiene sus propias motivaciones (y un gran apetito) llamado Venom. Sin embargo, cuando Drake experimenta consigo mismo para ser el huésped de Riot, otro peligroso simbionte, ambos acuerdan ir al espacio para traer a los demás a la Tierra.
A partir del fracaso de The Amazing Spider-Man 2 (Marc Webb, 2014), la desesperación de Sony los llevó a considerar películas dedicadas a los Seis Siniestros (una super-agrupación de villanos) y, no estoy bromeando, la Tía May. Poco tiempo después se conoció que el estudio colaboraría con Disney y le devolvería los derechos del universo de Spider-Man, pero eso no los detuvo de querer desarrollar un spinoff de su némesis,Venom.
Más allá de los mediocres efectos visuales y que el villano de turno sea un espejo de Venon (el final recuerda mucho al último acto de Hulk: El hombre increíble) con una motivación ridículamente grandilocuente – y trilladas – como la de “salvar a la humanidad”, el spinoff fracasa desde un nivel más elemental. En teoría, el montaje debería arreglar los errores de una película, pero ese no es el caso en Venom, pues además de contener escenas inconexas que no guardan relación entre sí, el montaje hace que el libreto luzca aun peor.
Narrativamente hablando, Venom es un desastre con inconsistencias tonales, no sólo por cómo está montada, sino porque es una película que camina sobre los pasos de otras en las que un personaje atraviesa una transformación. Asociar Venom al horror corporal (algo por lo que el legendario David Cronenberg se dio a conocer) o ir al extremo de levantar una comparación entre la relación de Brock y el simbionte con la del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde es darle mucho crédito a una película que reúne lo peor que el género puede ofrecer: humor forzado y una excesiva dosis de acción. Eso sin contar líneas como “excremento en el viento”.
Es refrescante ver que una película de superhéroes se sitúe en San Francisco, pero es imperdonable ver desperdiciados a Tom Hardy y Michelle Williams. Al igual que otras películas del género, Venom no añade absolutamente nada, pero lo peor es que se sienta como un completo retroceso.