A diferencia de lo que ocurre con la literatura, los videojuegos parecen simplemente inadaptables al cine. Desde Resident Evil (Paul W.S. Anderson, 2001) hasta Warcraft (Duncan Jones, 2016) y Assassin’s Creed (Justin Kurzel, 2016). Todas las películas inspiradas en juegos de vídeo han fracasado y la más reciente adaptación de uno, Tomb Raider, se una a la larga lista prolongando así la “maldición” que reina sobre la relación entre los juegos y el cine.
Con su estreno programado para este fin de semana, Tomb Raider del director Roar Uthaug (The Wave, 2014) acumula un 49% de desaprobación en Rotten Tomatoes, con el consenso del sitio asegurando que: «(Tomb Raider) reinicia la franquicia con un aproximamiento más realista y una estrella (Alicia Vikander) que está a la altura del reto – ninguna de las cuales sirven a una historia de origen que carece de inspiración».
Es tan probable que el porcentaje de aceptación crítica suba como baje, y pese a que por ahora podríamos decir que Tomb Raider no es una catástrofe de la magnitud de Warcraft o Assassin’s Creed, sigue siendo un fracaso considerando que se tenía a un director capaz y una buena actriz en el protagónico como lo es Vikander.
Las dos anteriores películas de Lara Croft protagonizadas por Angelina Jolie entre el 2001 y 2003 recaudaron en taquilla más de $400 millones de dólares en todo el mundo. Si este reboot se acerca a esa cifra por su cuenta – y recupera los $90 millones de dólares que se invirtieron para su presupuesto –, es probable que no sea lo último que veamos de la arqueóloga más famosa de los videojuegos en el cine.