James Wan es el mejor director de cine de horror comercial de la actualidad. Sin embargo, incluso directores que saben manejarse dentro del género como él tienen flaquezas. ¿La suya? Las continuaciones. El cineasta detrás de Insidious: Chapter 2 y productor de las interminables secuelas de Saw vuelve a seguir a Ed y Lorraine Warren en The Conjuring 2: The Enfield Poltergeist, una segunda parte que si bien ofrece uno que otro susto, demuestra no estar a la altura de la original o a lo que estamos acostumbrados de su director.
The Conjuring, estrenada hace tres años, no es una joya del cine de horror, pero con ella Wan logró establecer su nombre como un director que no recurría a las malas costumbres del género para poder aterrar al espectador. Su secuela, sin embargo, sufre de los mismos problemas, como un estrepitoso tercer acto y una entidad antagónica sobrenatural de cartón.
Situada en un barrio londinense de clase media a finales de la década de los setenta, The Conjuring 2 sigue la complicada vida de Peggy Hodgson (Frances O’Connor), una ama de casa que tiene que lidiar con la separación de su esposo y la responsabilidad de criar a sus cuatro hijos por su cuenta. Janet (Madison Wolfe), la menor de todos, hace contacto con el mundo sobrenatural por medio de una tabla de ouija. Cuando es poseída por Bill Winkins, un ente mayor, el caso adquiere notoriedad mediática en Inglaterra, por lo que los demonólogos Ed (Patrick Wilson) y Lorraine Warren (Vera Farmiga) aceptan hacerse cargo de la investigación para librar a la familia de la presencia que los atormenta.
The Conjuring no es la película grandiosa que todos se han obligado a creer que es. El film expone lo bien que Wan ambienta producciones de época (aquí la ambientación de la cultura inglesa de los setenta es perfecta), pero asimismo lo revela como un director al que no le queda de otra que recurrir a sustos que, si bien son difíciles de predecir (con el tiempo, uno se acostumbra a saber cuándo llegan), con el tiempo agotan. Wan es capaz de más, por lo que es una lastima verlo rebajarse al nivel más primitivo del género.
El tailandés ha rodado sólo un puñado de películas de terror, pero eso es todo lo que le ha bastado para probar que es un director capaz de romper con los modismos más notorios del género, y aun cuando tiene muchas falencias, ese es el aspecto redentor de The Conjuring 2. El guión no juega con las cartas y clichés que conocemos para extender la trama, y en ese sentido esta es una continuación diferente.
Ambientada ocho años después de la original, esta continuación trabaja poco o nada en la relación entre los Warren. Ambos entran algo tarde al panorama de los sucesos — cuando la televisión inglesa comienza a cubrir el caso —, pero ni en sus momentos de intimidad familiar podemos sentir que los conocemos un poco más fuera de sus facetas como investigadores de lo paranormal.
James Wan puede hacer películas decepcionantes, pero incluso esas decepciones son superiores a otras entregas del género, y eso dice mucho de su director. Aun cuando la atmósfera de The Conjuring 2 está bien lograda, es la poca cantidad de sustos y un guión endeble que se arrima sobre coincidencias lo que nos hace no querer revisitar otra investigación de los Warren.