Tom Hooper se ha convertido en el director a elegir cuando un estudio aspira a tener una contendiente para la temporada de premios. Tras dirigir las oscarizadas El discurso del Rey (una de las peores ganadoras a mejor película) y Los miserables, el director pone sus manos sobre la increíble historia del pintor Einar Wegener, una de las primeras personas en someterse a una cirugía de cambio de sexo.
Moralmente, el film pasa por la línea de otros trabajos concientizadores como, para citar un ejemplo que esté fresco en memoria, El código enigma, pero donde La chica danesa sobresale del resto es en su poderío actoral (Eddie Redmayne y Alicia Vikander, soberbios) y en la hermosa fotografía de Danny Cohen, tan reminiscente a una pintura del propio Wegener, o de la persona que llegaría a ser, la pionera del movimiento transgénero, Lili Elbe.
★★★★★3.5/5
Tom Hooper se ha convertido en el director a elegir cuando un estudio aspira a tener una contendiente para la temporada de premios. Tras dirigir las oscarizadas El discurso del Rey (una de las peores ganadoras a mejor película) y Los miserables, el director pone sus manos sobre la increíble historia del pintor Einar Wegener, una de las primeras personas en someterse a una cirugía de cambio de sexo.
Moralmente, el film pasa por la línea de otros trabajos concientizadores como, para citar un ejemplo que esté fresco en memoria, El código enigma, pero donde La chica danesa sobresale del resto es en su poderío actoral (EddieRedmayne y Alicia Vikander, soberbios) y en la hermosa fotografía de Danny Cohen, tan reminiscente a una pintura del propio Wegener, o de la persona que llegaría a ser, la pionera del movimiento transgénero, Lili Elbe.
Ambientada a comienzos del siglo 20, el drama sigue a la pintora Gerda Wegener (Vikander) y a su esposo, Einar (Redmayne), un reconocido paisajista. Un día, Gerda le pide de favor a Einar que se ponga un vestido encima para que ella pueda acabar un retrato, ignorando que algo tan insignificante como eso desencadena la idea en su esposo de que por dentro es una mujer. No dispuesto a dar marcha atrás, Einar se propone a completar su transformación como Lili con un procedimiento médico jamás antes intentando (por el alto margen de riesgo) mientras recibe el apoyo incondicional de su aún esposa.
Dentro del periodo de tiempo donde toma lugar el relato (una época donde la homosexualidad era atribuida a problemas mentales), el libreto de Lucinda Coxon hace un pobre trabajo ofreciendo una introspección hacia los motivos de Wegener de someterse a una peligrosa operación y a la mirada prejuiciosa de la sociedad con tal de ser mujer. Sí, él creía que era mujer, pero el simple hecho de ponerse un vestido encima no vasta, al menos para las personas de mente cerrada, como un catalizador de la crisis identiraria que lo lleva a todo el martirio que conlleva el proceso de cambiarse de sexo.
Dejando de lado que el guión ignora casi por completo sugerir una motivación verosímil al espectador, la dirección de Hooper sabe suplir los defectos del libreto. El director ha probado ser prolífico con producciones de época, pero después de La chica danesa, creo que ya es hora de verlo alejado del cine mainstream concebido por estudios que quieren producciones que den de hablar durante la temporada del Oscar.
Antes de entrar a hablar sobre la actoral, una de las estrellas que pasa desapercibida es el cinematografo Danny Cohen. Sus planos no sólo le dan un aire de intimidad al viaje emocional de Einar, sino también capturando la arquitectura británica de le época y puestas de sol que se asemejan mucho al trabajo del artista en cuestión.
Actoralmente, Eddie Redmayne vuelve a probar porqué es uno de los mejores actores de esta generación. El guión no le da mucho material con qué trabajar, pero el actor logra meterse bajo la piel de Lili Elbe ofreciendo una actuación convincente y devastadora. Vikander, por su lado, se despliega como una actriz sobria, contundente, y con una presencia en pantalla enigmática.
Aunque La chica danesa hace paradas convencionales que definen el carácter concientizador del cine pro-LGBT (los homofóbicos y los médicos barbáricos con soluciones extremas pero inefectivas están a la orden del día), su mensaje de que el amor no conoce de género logra transmitirse por las conmovedoras interpretaciones de Redmayne y Vikander, complementadas por la suspirante fotografía de Cohen.