La adaptación de Lugares oscuros me obligó a tomar mi copia de la novela para darle un breve recorrido a las primeras páginas. Y es que el resultado es un trabajo tan artificial y desalentador, por no decir deprimente, que parece haber estado destinado al formato de vídeo casero. Su ensamble, obviamente, la privó de ese destino. Quizás, por defecto, merecido.
La frenesí de Perdida (David Fincher, 2014), la más exitosa y aclamada novela de Gillian Flynn, pudo haber influenciado el destino cinematográfico de su segunda obra impresa, adquirida por un combinado de compañías de producción desconocidas incapaces de montar siquiera un trailer llamativo. Eso, sumado a la contratación del francés Gilles Paquet-Brenner, hace de Lugares oscuros una adaptación de trámite protagonizada por una apagada Charlize Theron.
Libby (Theron) es la única superviviente de la familia Day, masacrada una fría noche en su rancho sureño, al borde de la quiebra. Años después sigue viviendo atormentada por la masacre de su madre (Christina Hendricks) y dos hermanas. Sin embargo, su postura sobre el envolvimiento de su hermano mayor, Ben (Corey Stoll), relacionado a un culto satánico, no ha cambiado. Sin dinero a su alcance, Libby accede a reabrir el caso cuando un grupo underground conocido como el ¨Kill Club¨, convencido de la inocencia de Ben, la persuade de repasar con ellos los sucesos de aquella noche a cambio de unos cuantos dólares.
Habiendo leído la novela, Paquet-Brenner (Sarah’s Key) no sólo se queda corto en la dirección de esta primera (imploremos que haya una segunda) iteración, sino también en la redacción del libreto. Quizás demasiado fiel al material de origen, el relato de Lugares oscuros es un completo remedo que salta en el tiempo a placer de nadie. El problema es que a diferencia de lo que David Fincher hizo con Perdida, Lugares oscuros no tiene el sello de su director por ningún lado. Paquet-Brenner no es ni será Fincher, pero eso no absuelve a un cineasta que camufla lo poco que tiene que ofrecer siguiendo la letra al pie de la pagina.
El más grande problema de Lugares oscuros es el miscasting de Charlize Theron en el protagónico. Olvidando que la actriz no comparte casi ningún parecido físico con la Libby Day de la novela, su interpretación es de alguien que está más preocupada por quedarse sin dinero que por el tormento, o trauma si se quiere, de haber sobrevivido la masacre de su familia. Theron, floja y desinteresada, es apenas una sombra de lo que realmente puede ofrecer como actriz.
Lo único que Paquet-Brenner ha logrado es la construcción del obscuro retrato de la infancia de Libby en un poblado grisáceo que se cae a pedazos . El foco narrativo está sobre Ben (Tye Sheridan), metido en el ocultismo y llevando la reprimida vida de un metalero adepto a satán. La película juega con la idea de explorar la libertad de culto en América, pero los motivos de adoración de Ben son tan banales como la idea misma de un estudio del satanismo en regiones sureñas que parecen haber sido abandonadas por Dios.
Nicholas Hoult, estableciéndose como un actor a seguir, es el único destacado del reparto como el rarito tesorero del Kill Club, Lyle Wirth. Con el fantástico material de origen de una excelente escritora como Gillyan Flynn y un elenco con el que cualquier director quisiera trabajar, Paquet-Brenner ha abordado esta adaptación con mucho respeto. Tal es así, que parece haber desechado sus propias para, literalmente traducir lo que está en las páginas de la novela. Lugares oscuros no pasa de ser una defectuosa traducción audiovisual de un libro visceral y bien escrito.