Incluso cuando el género bélico carece de un número significativo de exponentes notables, sólo basta con echar un vistazo a las películas que corresponden al mismo para preguntarnos qué resta por ser añadido, o si en realidad hay algo por agregar. Ciertamente ninguna película puede aspirar a alcanzar la visceralidad de Salvando al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) o ese sinsentido que se ve en Zona de miedo (Kathryn Bigelow, 2009).
Entre estos dos polos, por así decirlo, se encuentra Dunquerke, la primera incursión de Christopher Nolan dentro del género y su cuarto trabajo en solitario como escritor, el cual dicho sea de paso resulta el más penoso. Nolan merece crédito por meterse en camisa de once varas, otra vez, pero Dunquerke se siente como un pretexto suyo por codearse con los grandes cineastas que han logrado dejar una marca.