The Walk, de Robert Zemeckis.
Ya sea con un avión piloteado bocabajo o un funámbulo cruzando las Torres Gemelas sobre un alambre a cuatrocientos metros de altura, el director Robert Zemeckis sabe crear emociones de las maneras más inusuales posibles. Con The Walk, inspirada en la memorable performance de Philippe Petit, Zemeckis vuelve a demostrar que si bien sus películas penden de efectos, es un narrador bastante eficaz.
El trabajo de Zemeckis ha sido puesto en tela de duda por su dependencia del apartado visual, pero al igual que Flight, eso no le resta méritos a un director que no sólo quiere brindar un buen espectáculo, sino también contar una increíble historia. Quizás, demasiado increíble para ser real. Pero lo es.
Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt) desde niño sintió fascinación por el arte de caminar sobre un alambre. Cuando descubre los planes de construcción de las Torres Gemelas pone en marcha un plan donde, tras un riguroso entrenamiento bajo la tutela de su mentor (Ben Kingsley), cruzará ambas torres desde sus extremos con la ayuda de su novia, Annie (Charlotte Le Bon), su fotógrafo, Albert (Ben Schwartz), y un equipo ensamblado para ejecutar el plan.
The Walk es concebida como una pieza de cine de época (el diseño de producción y las composiciones musicales consiguen trasladarnos a las tardes de Paris) mezclada con elementos de una heist movie. La única diferencia, si se quiere, es que no hay atraco. Petit y los demás deben hallar una forma de llegar hasta el tejado de la torre para empezar con los preparativos de la performance.
La factura técnica de The Walk es admirable, y el impresionante 3D juega a favor de los deslumbrantes movimientos de cámara. El uso del fondo verde (quizás excesivo) y la incorporación del 3D son decisiones estéticas que Zemeckis no toma a la ligera, y que para variar, son valores que sirven de soporte a la narrativa.
Aunque The Walk es una película sobre un francés que pretende cruzar las torres, se da tiempo para hablar de la represión de la expresión artística a inicios de los setenta, interpretada como todo un acto de anarquía y rebeldía contra lo que estipula el orden social. El arte, sin importar cómo sea practicado, no es un crimen, y The Walk no podría ser más enfática en ello.
Si en algo peca Zemeckis es en querer contar el paso a paso de absolutamente todo. No habría problema repasando los preparativos (pasar un alambre de un edificio a otro es más difícil de lo que parece), pero es irritante cuando se empieza a constatar lo que por lógica entendemos.
Lejos de un breakthrough, Joseph Gordon-Levitt vuelve a probarnos que puede hacer de cualquier rol, y un artista francés no es la excepción. Cuesta creer que un actor de su talla aún no haya pegado fuera de los confines del cine indie gringo (sus dos colaboraciones con Christopher Nolan han sido lo más comercial en lo que ha trabajado), pero a su manera, The Walk es una película que se apoya en su talento tanto como lo hace en sus efectos.
Zemeckis, sin hacer alarde, ha sentado al espectador en las nubes y, por difícil que parezca, ponerlo en la intimidad de un artista compenetrado con su arte. The Walk es un espectáculo brillantemente trabajado donde su director nos prueba que el arte es una forma de vida.