Por Julio Fernando Navas
Allá por el 2010 una película de David Fincher había logrado causar revuelo, lo cual no es convencional dado que, para empezar, no es un director comercial. De su filmografía a lo mucho encontramos una película de culto como es su adaptación de Fight Club. Nada más que llame masivamente la atención del público. Claro, hasta que Aaron Sorkin puso bajo su nariz su guión adaptado en la novela de no ficción, The Accidental Billionaires. Un libro sobre la invención de Facebook.
Es debatible el tema si es que The Social Network es una obra maestra. ¿Cuántos años tienen que pasar para que una película se haga acreedora de aquella distinción? Es una pregunta que parece no tener respuesta. Pero cuando un film está tan bien dirigido, escrito, actuado, iluminado, y editado, ¿por qué no darla como tal? En otras palabras, Facebook no merece una película tan buena como The Social Network.
Recuerdo una vez que mientras compraba películas con unos amigos (en ese entonces estaba un tanto alejado del cine), un cliente cruzó la puerta y lo primero que salió de su boca fue: “¿Tienes Facebook?” No, no le preguntaba a la persona que atendía si tenía un perfil en la red social. Le preguntaba si ya tenía la película a la venta.
Siempre le he comentado a algunos amigos que el peor improperio que le puedes decir a The Social Network es llamarla “La película de Facebook”, porque es mucho más que eso, o de la invención de una red social que cambiaría (aparentemente, por siempre) la forma en la que el mundo interactúa.
Ignorando las acusaciones que The Social Network es ineficaz a los hechos (si un film te caracteriza como un completo idiota, lo último que harías es admitir que todo es cierto), la película inicia en medio de una conversación entre Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) y su cita, Erica Albright (Rooney Mara). Ésta es una de las mejores escenas de la película no sólo porque da pie al intercambio agudo de líneas entre los personajes, especialidad de Sorkin, sino porque establece perfectamente el tono que estaría por seguir. Rápidamente, y como Mark no es la mejor persona para entablar una conversación (más adelante veríamos que tiene un cuchillo por lengua. Pobres los que tengan que discutir con él, y son algunos los caídos aquí) aclara que: “Hay una diferencia entre estar obsesionado a estar motivado.” Ésa línea es importante porque nos informa sobre la diferencia entre ambos estados emocionales y porque nos permite conocer cómo Mark usa su motivación (la cual a lo largo de la película se revela como obsesiva) para conseguir poder y por ende la aceptación (Mark quiere entrar a una fraternidad universitaria, y de cierto modo, guarda resentimiento hacia su mejor amigo, Eduardo — Andrew Garfield — por haberlo conseguido) que muy discretamente busca.
“Probablemente serás una persona de computadoras muy exitosa. Pero vas a ir por la vida pensando que no le agradas a las chicas porque eres un nerd. Y quiero que sepas, desde el fondo de mi corazón, que eso no será verdad. Será porque eres un imbécil.” Cuando Mark recibe cualquier forma de rechazo, busca algún tipo de reivindicación. Algo que lo haga sentirse más grande y poderoso que cualquier otra persona. El exponencial crecimiento de Facebook aparentemente se debe a la necesidad de Mark de sentirse superior a todos, o que todos sean parte del mismo grupo social que él ha inventado. Viendo las cosas de otra perspectiva no muy alocada, es como que si Mark buscara añadir personas inalcanzables para él a su círculo social.
El resultado de haber sido rechazado por su cita es hackear varias páginas universitarias para robar fotos de alumnas y compararlas la una con la otra. Cuando la junta administrativa de Harvard lo cita por haber colapsado sus servidores, Mark demanda respeto por haber hallado problemas en el servidor. Mark no podrá ser la persona más social del mundo, pero él sabe que la única forma de compensar su resentimiento y baja autoestima es siendo superior a todos, lo cual alimenta su ego en el proceso.
Cada vez que veía la película casualmente por televisión, siempre me llamaba la atención que durante la escena de hackeo, uno de los compañeros de cuarto de Mark le dice que “Shark Week está al aire”, sólo para añadir “Tiburón Blanco, un pez hermoso.” Esto siempre llamó mi atención. ¿Por qué incluir algo tan trivial en una escena tan importante? Viendo la película una vez más pude entender que es una metáfora. En esta escena, Mark, intelectualmente superior a sus víctimas fiesteras, es un depredador en pleno acecho. Las víctimas de su noche de alcohol y programación avanzada son sus presas.
Cuando pienso en una película reciente (sí, tiene casi seis años, pero no es que se ha perdido en el tiempo) que merece la distinción de ser una obra maestra, The Social Network es la única que me viene a la memoria. Es una película tan perfectamente dirigida — lo mejor de Fincher detrás de cámaras — que una escena a simple vista sencilla como la del hackeo puede ser tan excitante y energética como la de una persecución de una película de acción.
Las composiciones de Trent Reznor y Atticus Ross pueden ser tristes, oscuras, entusiastas, e incluso estar cargadas de energia, lo cual nos permite entrar sin problemas a la psiquis de un personaje tan complejo e inestablemente emocional como Mark.
The Social Network es una obra maestra, pero a veces siento que el guión de Sorkin no recibe el crédito que merece. No he leído The Accidental Billionaires, pero asumo que era una novela difícil de adaptar. Aquí, Sorkin no recurre a una narrativa convencional donde el relato sea cronológico, sino que usa los dos juicios que atraviesa Mark (el primero responde a una demanda de los gemelos Winklevoss y su asociado Divya Narendra, quienes aseguran que su idea fue robada. La segunda tiene como demandante a Eduardo, quien lo demanda por $600 millones de dólares por haber confabulado contra él para expulsarlo de la compañía) como el hilo conductor de la trama.
Que la narrativa con la que Sorkin adapta la historia no sea línea le permite a la edición Angus Wall y Kirk Baxter hacer que la historia nunca se estanque. Ambos no sólo tienen que cortar entre las audiencias de Mark, sino también entre lo que sucede entre ellas. En cualquier otra película probablemente esto no hubiese funcionado y habría confundido al publico, pero aquí se saca máximo provecho para trabajar en los personajes y en sus motivaciones.
The Social Network no es una película sobre la creación de Facebook. Jugar con esa idea es un insulto para el majestuoso trabajo que David Fincher, Sorkin, Eisenberg, Garfield, e incluso Justin Timberlake y compañía han hecho aquí. La invención de la red social no pasa de ser una excusa para poder contar una historia sobre los extremos hasta los que se llega para obtener grandeza, el valor de la amistad, y las consecuencias de la traición.
The Social Network es, en toda la extensión de la palabra, una obra maestra y un futuro clásico.