Teléfono negro 2, de Scott Derrickson.

Scott Derrickson le debe su carrera a las películas caseras filmadas en super 8mm que hicieron de Siniestro una experiencia remotamente memorable hace ya más de una década. Es, precisamente, a través de la estética lo-fi que dispone filmar en celuloide – o un filtro del mismo – lo que hace que la primera continuación de su filmografía, Teléfono negro 2, vislumbre un ápice de identidad, aunque no del todo propia.

Como el cineasta de segundo orden que es, Derrickson, que no pega con una fuera de los confines del horror más comercial (de Doctor Strange a El abismo secreto), encontró en Teléfono negro 2 la excusa perfecta para patentar un “estilo” emulando, dentro de la medida que le es posible, lo conseguido por Kyle Edward Ball en Skinamirank. El resultado termina estando por encima de la media, aún cuando no hace ninguna diferencia que Ethan Hawke esté, o no, bajo la máscara de El raptor.

Han pasado cuatro años desde que Finney (Mason Thames), ahora un bully que golpea a sus compañeros para el entretenimiento de mirones en el patio de la escuela, se deshizo de El raptor. O eso cree. Aún marcado por su abducción y su estadía entre las cuatro paredes donde mantuvo contacto (telefónico, je) con las otras víctimas del asesino enmascarado, Finney es consumido por el trauma mientras su hermana menor Gwen (Madeleina McGraw) comienza a soñar con los asesinatos de 1957 de tres niños en un campamento en las Montañas Rocosas que podría contener la solución para detener a El raptor de una vez y por todas.

Para ahondar la crisis de identidad que sufre la película, los créditos iniciales, muy al estilo de una docuserie de crimen real de Netflix, nos informan de la inclemente nevada que da vida a la gélida ambientación del relato. Esta introducción precede la imagen de una cabina telefónica en medio de un lago congelado, un intento de surrealismo que Derrickson incorpora en el guión de su coautoría.

Justificar esta secuela pasando la figura de El raptor al plano onírico sería un recurso ingenioso. El problema es que es una página arrancada directamente de Pesadilla en la Calle Elm 3: Dream Warriors, donde un grupo de jóvenes internados en un hospital psiquiátrico descubren que la única forma de derrotar a Freddy es en su propia cancha: el mundo de los sueños. Teléfono negro 2 se guía por el mismo patrón.

El guión de Derrickson explora las psiquis de los hermanos (Finney, marcado; Gwen, atormentada por el don que heredó de su madre) y, casi que de manera obligatoria repasa los aburridos orígenes de El raptor, un resentido social que antes de secuestrar niños en su camioneta negra trabajó como consejero en el campamento donde se cometieron los tres asesinatos que lo dotan de poder sobrenatural.

Fuera de las secuencias de sueño filmadas en celuloide, lo que queda de las casi dos horas de Teléfono negro 2 son diálogos dolorosamente expositivos, pocos sustos y una ambientación ochentera forzada donde sobran las referencias a Duran Duran.

Universal Pictures.

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