Colosal de Nacho Vigalondo.
Pensada como una mofa hacia la grandilocuencia de películas de criaturas gigantes al más puro estilo de Godzilla (cualquiera de ellas) y Titanes del Pacífico (Guillermo del Toro, 2013) llega la singularmente bizarra Colosal, un engañoso retrato sobre la violencia de género empaquetado en la envoltura de una comedia.
Por cómo la película fue promocionada es como si se hubiese invitado al público para que vea cómo se despliega una premisa tan extraña (una mujer es capaz de controlar a un kaiju que está al otro lado del planeta) sólo para obligarlo a ver un drama sobre la violencia y el control que el hombre ejerce sobre la mujer. Y ese no es el problema. El problema es cómo su director, Nacho Vigalondo (Cronocrímenes), sugiere una resolución para las relaciones tóxicas celebrando el empoderamiento femenino de una manera incorrecta.
Cuando Gloria (Anne Hathaway), una escritora asentada en Nueva York pierde su trabajo y es abandonada por su novio, Tim (Dan Stevens), decide regresar al pueblo donde creció para intentar recomenzar su vida. Ahí se vuelve a encontrar con Oscar (Jason Sudeikis), un amigo de su infancia que maneja un bar. Mientras Gloria espera recomponerse de su ruptura amorosa y mantenerse alejada del alcohol, una criatura gigante aparece misteriosamente en Seul causando destrucción por doquier.
Vendida como una comedia sobre cómo una alcohólica puede controlar inexplicablemente a una monstruosa criatura en Seul, cuando Colosal devela su verdadera naturaleza se siente como un balde de agua fría. Lo que en teoría era una de esas comedias que dan de qué hablar en medio del circuito festivales termina siendo otra de ésas películas del montón que intentan generar conciencia. Y no digo que el cine concientizador sea malo, pero engatusar no es realmente ético.
Metafóricamente hablando, el guión, a cargo de Vigilondo, hace un buen trabajo hablando de cómo nuestros problemas afectan a terceros (las noches de borrachera de Gloria provocan destrucción a miles de kilómetros de distancia), pero sufre del mismo complejo del reboot femenino de Cazafantasmas (Paul Feig, 2016). Esa extraña necesidad de pintar a casi todos los personajes masculinos como la escoria más grande de la Tierra.
Partiendo del concepto de monstruosidad, Colosal remite a otras películas que lidian con lo mismo de una forma más frontal sin la necesidad de venderse como algo que no son. Estoy hablando de ejemplos recientes como La habitación (Lenny Abrahamson, 2015) y Avenida Cloverfield 10 (Dan Traschtenberg, 2016). Eso sí, es impresionante lo que Vigalondo ha logrado con apenas $15 millones de dólares. En ese aspecto Colosal no tiene nada que envidiarle a ese tipo de cine efectista.
Anne Hathaway brilla a lo largo de toda la película, y aunque ésta tiene serios problemas tonales transicionando de comedia a drama y viceversa, el primer tramo es lo suficientemente pasable, incluso si lo que viene después se siente como un trago amargo.