Aunque el libreto no está exento de errores – no siempre está a la altura de la dirección –, en manos de otro director lo más probable es que Un lugar en silencio haya sido un festín de sustos baratos. Pero Krasinski, como si se tratase de un director con más ruedo, dirige a pulso un film en el cual por momentos es difícil contener la respiración.
Filmada con presupuesto, elenco y locaciones reducidas, John Krasinski (como actor destacó únicamente en todas las temporadas de la adaptación de The Office), sin que nadie lo viera venir, ha logrado una de las películas de horror más modestas y efectivas que se han visto en los últimos años con Un lugar en silencio.
Aunque el libreto no está exento de errores – no siempre está a la altura de la dirección –, en manos de otro director lo más probable es que Un lugar en silencio haya sido un festín de sustos baratos. Pero Krasinski, como si se tratase de un director con más ruedo, dirige a pulso un film en el cual por momentos es difícil contener la respiración.
En el 2020 el planeta es invadido por una raza alienígena extremadamente sensible al sonido. La familia Abbot, conformada por Evilyn (Emily Blunt), Lee (Krasinsk) y sus dos hijos, Regan (Millicent Simmonds) y Marcus (Noah Juppe), viven en completo silencio recluidos en una granja en las afueras de la ciudad. Cuando las tres criaturas que merodean en los alrededores dan con el lugar de residencia de la familia, deberán encontrar una forma de permanecer con vida.
Tratándose de un director cuyo único crédito en ese apartado era una comedia que fue azotada por la crítica (Los Hollar, 2016), Krasinski prueba que sabe dominar los tiempos priorizando el suspenso sobre la gratuidad de un susto pasajero. Este entendimiento del suspense sólo lo hemos visto en pocos directores que se han dedicado a dirigir películas de terror por años, como James Wan (La noche del demonio, El conjuro) y Ti West (La casa del diablo).
Un lugar en silencio disfruta de sus mejores momentos cuando la tensión es tan palpable que sientes, al igual que los personajes, que no puedes hacer ruido. Pero entre esos momentos bien logrados que te atrapan y hablan bien de Krasinksi como director se encuentra una película que puede llegar a ser tediosa. Para no alertar a las criaturas la familia se comunica por medio de señas. Casi no hay diálogos y apenas se escuchan sonidos diegéticos (puertas, pasos, etc). Así, acompañada de una musicalización excesiva (se entiende el uso de la música para no exasperar al espectador durante los tramos donde no ocurre o se escucha algo; lo bueno es que la banda sonora fue compuesta por Marco Beltrami) estamos frente a una película que por momentos parece un videojuego que no pudo costear actores para que hagan el voice over.
Si Un lugar en silencio funciona no es mucho por la originalidad de la trama (remite bastante a otros mundos post-apocalípticos, como los que vemos en The Walking Dead e incluso juegos como The Last of Us), sino por ejecución y el sólido trabajo de Emily Blut al cual estamos acostumbrados. El guión, co-escrito entre Krasinski, Bryan Woods y Scott Becks, el cual no trabaja por completo en los alienígenas ni porqué invadieron el planeta, está repleto de sobrexposición. Cuando vemos que Lee tiene recortes y apuntes en una pizarra sobre todo lo que necesitamos que saber de las criaturas (cuándo llegaron, debilidades, cuántas son, etc.), lo único difícil de contener es la risa.
Con poco recorrido dentro del cine – lo mejor que podemos decir es que fue lo más rescatable de 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi de Michael Bay –, John Krasinski finalmente ha abandonado la sombra de su entrañable personaje de The Office para convertirse en una promesa del cine de horror.
Un lugar en silencio es lo mejor que se ha estrenado del genero este año.