De Mark Mylod.

3/5

Definir el significado del arte en cualquiera de sus formas es una tarea tan compleja hoy como lo era hace miles de años.

La relación entre el artista y el consumidor, y más importante aun, del consumidor con la obra en cuestión, es una interrogante más concreta que alimenta (no pun intended) las casi dos horas de El menú, la retorcida comedia negra culinario de Mark Mylod (Succession) que toma tanto de Juego macabro como de madre!

Tyler (Nicholas Hoult) es un entusiasta de la comida que, junto a Margot (Anya Taylor-Joy), su “compañía” para la velada, se embarca en un ferry con otros selectos comensales (una crítica de comida y su editor, un actor acabado y su asistente, tres jóvenes inversionistas y una afluente pareja de la tercera edad con fricciones maritales) en ruta hacia una isla privada donde opera Hawthorne, un prestigioso restaurante de cinco estrellas a cargo de Julian Slowik (Ralph Fiennes), un chef celebridad que, a lo largo de cinco platos, planea hacer de sus invitados su más grande, y quizás última, obra hasta la fecha.

Alejado de la dirección de cine desde 2011, El menú, escrita también por Mylod, parecería venir de las entrañas de un director profundamente resentido con su público. O, mejor dicho, hacia el hecho que el cine mainstream de Hollywood sea moldeado, más que por las personas que lo hacen, las que están detrás de cámaras por más de doce horas al día en un set, por las gustos de personas que probablemente no podrían encuadrar apropiadamente una escena con la cámara de sus celulares. Y eso queda bastante explícito cuando el personaje al que da vida Hoult se pone, bajo demanda del chef, el delantal para preparar un plato que seguramente aparecería en un episodio de Kitchen Nightmares.

Desde los primeros minutos Mylod nos planta la impresión que algo está podrido, sobre todo por el parco comportamiento de los empleados del restaurante, pero el director, por un lado, entretiene nuestras retinas con propuestas gastronómicas que vacilan con lo ridículo (pan en su forma más pura: líquido) mientras cocina (otra vez, no pun intended) por debajo la misteriosa vendetta de Slowik contra todos y cada uno de sus comensales excepto una: Margot.

Aunque no resulta difícil sobresalir entre una gama de personajes que de una forma u otra tienen bien reservada su mesa en el siniestro restaurante de Slowik, Anya Taylor-Joy ejecuta bien su rol como la “invitada imprevista”, no solo porque su personaje pertenece a otro estrato social, sino también por ser el único que ve más allá de lo “fino” o “artístico”.

Mientras la carta progresa, así lo hacen las verdaderas intenciones de Slowik, un mártir resentido con sus comensales que percibe que por más perfecto y calculado que sea su arte jamás será apropiadamente apreciado. O tan degustado como una clásica – y “básica” – hamburguesa americana.

Los que han visto algunas de las entregas de Juego macabro ya saben a qué atenerse: un grupo de extraños con vidas pecaminosas son retenidos contra su voluntad en un espacio reducido donde tendrán que tomar duras decisiones para salvar sus vidas. Pero lejos de un juego que precisa de un ganador, El menú es un predecible pero sesudo estudio sobre el consumo y la lucha de clases.

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