La chica del tren, de Tate Taylor.

3/5

La chica del tren es para Perdida lo que Cincuenta sombras de Grey es para Crepúsculo. No es intención mía colocar el genial bestseller de Gillian Flynn dentro de la misma categoría de los libros vampirezcos de Stephenie Meyer, ya que la diferencia es abismal. Pero las cito como ejemplos de novelas y películas que inspiraron fan fiction que salió mal. En este caso, la una (La chica del tren) un poco mejor lograda que la otra (Cincuenta sombras).

Adaptada de la aclamada novela de la autora Paula Hawkins y dirigida por Tate Taylor (Historias cruzadas), La chica del tren tiene algunos buenos destellos que nos remiten a Perdida, pero mayormente se despliega como un thriller erótico erráticamente contando con buena fotografía y una Emily Blunt a punto que lleva al personaje central a lugares más obscuros de lo imaginado.

Todas las mañanas, Rachel Watson (Blunt) toma el mismo tren para dirigirse al trabajo del que fue despedida hace un año por su alcoholismo. Deprimida por su separación de Tom (Justin Theroux), el hombre que la engañó con su actual esposa, Anna (Rebecca Ferguson), y con quien alguna vez estuvo casada, Rachel se refugia en el alcohol y en la fascinación que tiene con una pareja que vive en su antiguo vecindario a la que observa todas las mañanas a través de la ventana del tren: Megan (Haley Bennett) y Scott (Luke Evans). Cuando Megan desaparece misteriosamente y el caso recibe notoriedad mediática, Rachel se inmiscuye en la investigación. Sin embargo, debido a su problema con el alcohol, lo que vio, o cree haber visto desde el tren, es puesto en tela de duda.

Antes de ver esta transposición me propuse a leer la novela — sobretodo por las comparaciones que recibió con la contraparte de Flynn llevada al cine por David Fincher en 2014 —, y aunque tiene uno que otro parecido con Perdida — la desaparición de un personaje como el hilo conductor de la trama —, Hawkins es acreedora de un fantástico thriller contado a través de la perspectiva de tres mujeres cuyas vidas, de una forma u otra, han sido afectadas por hombres.

Narrativamente hablando, el libreto de Erin Cressida Wilson (Hombres, mujeres y niños) pretende ser fiel a la estructura de la novela, de lo cual se deriva el más grande problema. Incluso para alguien que ha leído, la forma en la que son contados los hechos es un tanto confusa. Nadie duda lo complicado que es comprimir un libro de casi cuatrocientas paginas a una película de menos dos horas, pero el guión tampoco trabaja afondo en la obsesión de Rachel con Megan y Scott, la pareja aparentemente perfecta a las que apoda en la novela como Jess y Jason.

Hay problemas en un relato interconectado como este, sí, pero al menos en lo que respecta a los personajes el guión de Wilson hace que cada una de sus historias se sienta relevante, aun cuando el personaje principal es Rachel, lo cual nos lleva de regreso con Emily Blunt. En el libro percibimos a Rachel como una mujer lo suficientemente astuta para estar consciente de su adicción. Y aunque el guión la reduce a una alcohólica inestable, Blunt y Taylor se encargan de llevar al personaje a lugares insospechadamente obscuros. O al menos más sombríos de lo que se pintaba en la novela. Todo el reparto está a la altura, pero si tomamos como ejemplo a Perdida, el misterio que rodea a La chica del tren nunca es lo suficientemente intrigante.

La fotografía de Charlotte Bruus Christensen (La cacería) es esplendida, y es bueno ver a Danny Elfman salir de su zona de confort para componer música para un thriller, pero con el material que se tenía en mano La chica del tren no puede evitar sentirse como una adaptación que prefiere poner el erotismo por encima de la intriga.

The Girl on the Train - Póster

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