De Gerard Johnstone.

3.5/5

La dependencia tecnológica es una problemática que el cine ha abordado desde que se comprobó que los seres humanos invertimos más tiempo mirando las pantallas de nuestros celulares que socializando entre nosotros. ¿Pero qué cuando la tecnología se aferra al usuario? ¿O qué es lo que se entiende por conexión en estos tiempos asociales de Instagram y TikTok? Jason Blum y James Wan responden a esas preguntas con M3gan, una película sobre una muñeca asesina de un metro que concientiza más sobre los peligros de la intrusión tecnológica que alguna docuserie producida por Netflix.

Gemma (Allison Williams, Girls) es una joven ingeniera en robótica que trabaja para una compañía que manufactura juguetes inteligentes para niños. Perdiendo la carrera ante la competencia, y bajo la presión de su prepotente  jefe, David (Ronny Chieng, Locamente millonarios), Gemma usa los recursos de la empresa para construir en secreto un prototipo conocido como “M3gan”, una muñeca que opera bajo inteligencia artificial. Repentinamente, Gemma es golpeada con la noticia de la muerte de su hermana en un accidente vehicular, por lo que no tiene de otra que asumir la custodia legal de su sobrina, Cady (Violet McGraw). Sin tiempo e instinto maternal para ayudarla durante su duelo, Gemma introduce a Cady con M3gan, cuyo único objetivo se vuelve protegerla a toda costa de cualquier amenaza externa, una tarea que adopta en el sentido más letal posible.

Desde 2001: odisea en el espacio hasta Terminator. El cine de ciencia ficción jamás ha menospreciado la posibilidad de una insurrección de la inteligencia artificial contra el hombre. Y aunque el enfoque de M3gan no posee dicha grandilocuencia, y no es que tampoco permita que el tema vuele debajo del radar, la película reúne esfuerzos para ofrecer una astuta mirada sobre la subordinación tecnológica. Y es que en un mundo en el que cada vez cedemos más control a un Tesla, Siri o Alexa, una potencial amenaza como M3gan parece el menor de los problemas de la sociedad.

El libreto de Akela Cooper (Maligno) interpreta la co-dependencia entre Cady y M3gan como una suerte de simbiosis. Básicamente una metáfora de una adolescente que se niega a desprenderse de su smartphone. La dirección de Gerard Johnstone (Housebound) asume de brazos abiertos la relativa ridiculez del argumento, siempre pendiente de recordarnos que ante todo estamos ante una película de terror, por lo que los predecibles efectos sonoros están a la orden del día al partir del momento que se le cruzan los cables a la muñeca.

Williams, quien cuenta con un inexplicablemente escaso recorrido en el cine, se desempeña bien como la peor tía del mundo. Una mujer tan absorbida por el trabajo – y la tecnología, podría decirse – que ha perdido la sensibilidad para consolar a su enlutada sobrina.

Mucho se habla de cómo enero se ha transformado en un vertedero en el que los estudios depositan las propuestas a las que menos fe les guardan. Pero M3gan no solo rompe esa tendencia, sino que también teje una crítica elocuente sobre los males de la tecnología como sustento emocional.

https://youtu.be/JkLRtXAd5jA

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