Sea Fever, de Neasa Hardiman.

2.5/5

Si algo hemos aprendido en medio de esta pandemia por el COVID-19 es que las personas pueden llegar a ser realmente estúpidas durante el brote de un virus mortalmente infeccioso. Lo que sigo sin entender, no obstante, es cómo dentro de un plano fílmico, claro está, puedan haber personas igual de estúpidas. Profesionales en diversos campos de la ciencia, ni mucho menos. 

Honrando esa tradición llega la ópera prima de la directora irlandesa Neasa Hardiman, Sea Fever, una película que a pesar de tener lugar en alta mar, definitivamente, y casi que para su propia desgracia, levantará comparaciones con el clásico de Ridley Scott estrenado en 1977, Alien.

Siobhán (Hermione Corfield) es una joven y antisocial científica que se embarca en una tripulación pesquera a manera de pasantía para registrar y examinar el comportamiento de la fauna marina. Sin embargo, cuando el barco, a cargo de una pareja de pescadores (interpretados por Connie Nielsen y Dougray Scott), queda varado en medio del océano, descubren que están a la merced de un extraño organismo submarino que amenaza con infectar a cada uno de ellos.

Alien siempre estará en la discusión al haber sido una la precursoras del concepto “tripulación vs. organismo desconocido”. Sin embargo, más que compartir alguna similitud con la obra de Scott, Sea Fever se inclina más hacia otras imitadoras que son incluso más efectivas en su abordaje como Europa Report (Sebastián Cordero, 2013) y Life: vida inteligente (Daniel Espinosa, 2017).

Corfield da vida a Siobhán como una idealista que resulta ser el único personaje pensante de la película. Siobhán no solo está al tanto de la peligrosidad del organismo con el solo hecho de verlo, sino también de los protocolos a seguir para frenar la propagación de la infección al mundo exterior.

Cuando el libreto termina siendo una gran serie de malas decisiones es cuando la película se torna predecible. Y por si eso no fuera suficiente, que exista la intención de preservar la integridad del organismo, mismo cuyo diseño al menos no es decepcionante, por su calidad de agente externo – su origen nunca queda realmente claro -, es como arrancar directamente una página de Alien.

El trabajo de Corfield es convincente, sobre todo cuando los torpes tripulantes caen infectados de a uno, pero nunca hay un empoderamiento, una confrontación, si se quiere, como el que vemos de Ripley en Alien. Y es en parte por eso que la vara queda bastante alta.

Más que una imitación de Alien, Sea Fever es una recolección de los peores clichés habidos y por haber del género de superviviencia.

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