Cuando Voraz, el primer largometraje de la cineasta francesa Julia Ducornau, llegó al Festival Internacional de Toronto, causó una impresión tan “fuerte” entre los asistentes de la proyección que una ambulancia tuvo que ser llamada al lugar porque se reportaron desmayos.

Con la película finalmente en cartelera — también se encuentra disponible en Netflix — es posible comprobar que lo que “aconteció” en el festival no fue más que una jugarreta de mercadotecnia diseñada para recoger interés. No obstante, Voraz merece un espacio dentro de la Nueva Ola de Horror Francesa, aun cuando la violencia es gratuita, raya al exceso y la premisa queda expuesta al ridículo

3/5

Cuando Voraz, el primer largometraje de la cineasta francesa Julia Ducornau, llegó al Festival Internacional de Toronto, causó una impresión tan “fuerte” entre los asistentes de la proyección que una ambulancia tuvo que ser llamada al lugar porque se reportaron desmayos.

Con la película finalmente en cartelera — también se encuentra disponible en Netflix — es posible comprobar que lo que “aconteció” en el festival no fue más que una jugarreta de mercadotecnia diseñada para recoger interés. No obstante, Voraz merece un espacio dentro de la Nueva Ola de Horror Francesa, aun cuando la violencia es gratuita, raya al exceso y la premisa queda expuesta al ridículo

Justine (Garance Marillier), una vegetariana de 16 años, ingresa a la escuela veterinaria a la que su hermana mayor, Alexia (Ella Rumpf), asiste. Cuando Justine es obligada a ingerir una porción de hígado de conejo crudo como parte de un ritual de iniciación, desarrolla misteriosamente un incontenible apetito hacia la carne.

Voraz contiene elementos de otras realizaciones francesas que son aun más viscerales, pero su principal fuente de inspiración yace en el horror corporal, que es donde radica su principal problema. No sólo no hay una explicación coherente de la razón por la cual se desencadena ese apetito tan voraz en Justine (Ducornau espera que nos conformemos con saber que ser un adolescente reprimido podría liberar nuestros instintos más carnales), la película es completamente indiferente hacia los conflictos internos de su protagonista. No hay ningún momento de introspección en el que Justine cuestione su nuevo apetito hacia la carne y al sexo.

Técnicamente Voraz no es una película de terror. Es más un coming-of-age con mucho gore que pretende sorprender al espectador de las formas más grotescas posibles. Hay escenas que son difíciles de ver, como cuando una depilación brasileña sale mal (sí, lo leyeron bien) pero el que ha visto films como Mártires (Pascal Laugier, 2008) o Adentro (Julien Maury, 2007) no tendría porqué sorprenderse de nada.

Voraz sigue el bosquejo de otras películas en las que hay una transformación de por medio, pero como acoté anteriormente, su directora nos priva de la intimidad que representaría un momento de reflexión sobre Justine aceptando y comprendiendo sus deseos primitivos, porque en el fondo ése parece ser el mensaje: el hombre es carnívoro por naturaleza. Cualquier otra cosa (el vegetarianismo y cualquier derivado) se opone a ese instinto.

Más allá del poco acceso que la directora nos da a la protagonista (a partir del ritual de iniciación Justine se convierte en un personaje desalmado que opera únicamente bajo instinto), Voraz, aun cuando tiende a la exageración y a siempre pretender shockear al espectador, es una adición singular al cine de caníbales.

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