Nancy Meyers es lo más distinto que la comedia americana puede ofrecer. En sus casi dos décadas trabajando, la directora se ha caracterizado por abandonar paradigmas que componen una comedia de situación. Fuera de la liga de exponentes del humor negro que gustan de calar fondo en los defectos de sus personajes como Alexander Payne y David O. Russell, las comedias de Meyers son a lo mucho simplonas, pero bien intencionadas y edulcoradas.
Pasante de moda, la “secuela” no oficial de El diablo viste a la moda, reúne a Meyers con otro veterano en un carismático Robert De Niro. Si bien es un tanto irritante que un actor de su calibre se preste a ser motivo de risa de una comedia que tiende a contradecirse a sí misma, De Niro es tan agraciado que es imposible no apreciar su trabajo como un viudo inocentón que desea probar su valía como un pasante en una compañía de modas.