Tenet, de Christopher Nolan.
El tiempo, como tema, se ha convertido en una muletilla para Christopher Nolan. Ya sea explorando su relatividad en Interestelar o ese “tic-tac” de un reloj de mano incrustado a lo largo de todo el score que Hans Zimmer compuso para Dunkerque, las secuelas del paso del tiempo se vuelven a sentir en el que es uno de sus proyectos más exigentes hasta la fecha, Tenet.
A pesar de sus credenciales en las antípodas comerciales, Nolan demostró que se podía hacer un tipo de cine en el que voltear camiones y hacer cranear al espectador sea algo que vaya de la mano . Y aunque Tenet, su incursión más audaz desde Inception, no rompe esa costumbre, diluye la condición autoral de Nolan en el espacio del blockbuster.
John David Washington da vida a Protagonista (su personaje va por ese nombre, no es broma), un agente de la CIA que después de una misión que sale mal en una orquesta en Kiev descubre que es parte de una organización secreta llamada “Tenet” que busca frenar el fin del mundo. Protagonista se entera de un fenómeno físico conocido como entropía, lo cual permite que objetos y personas viajen en reversa en el tiempo. Como se cree que las balas son manufacturadas en el futuro, Protagonista, con la asistencia de Neil (Robert Pattinson), otro agente de la CIA, debe seguir la pista de Andrei Sator (Kenneth Brannagh), un fabricante de armas que amenaza con extinguir a la humanidad eliminando todo su pasado.
Por un lado Nolan ha concebido una película que brilla por su originalidad, que es algo de lo que Hollywood carece hoy en día. Pero por otro lado, ha escrito unos diálogos que privan al espectador de resolver la complejidad de la premisa por su cuenta. En una de las escenas más expositivas de la película, Barbara (Clémence Poésy), una científica que estudia balas con entropía invertida, le dice a Protagonista que ese es un fenómeno que “se siente, no se entiende”, lo cual es un concepto que Nolan no aplicó al libreto.
El otro problema latente de Tenet es la musicalización. La música compuesta por Ludwig Göranson hace un buen trabajo emulando el punzante estilo de las temas que Zimmer lleva componiendo por años para Nolan, y están bien como acompañamiento durante las trepidantes secuencias de acción, pero se vuelve realmente irritante cuando en vez de ambientar, retumba durante un simple intercambio de información entre personajes.
En cuanto acción se refiere, Nolan sigue siendo el indiscutido número uno orquestando con mucho pulso alucinantes secuencias que ahora van también de atrás para adelante. Si pensaban que las de Inception eran siniguales, solo esperen a ver estas.
En términos actorales, el hallazgo más importante es el de Washington, quien se consolida como una estrella a pesar de dar vida a un agente con motivaciones planas y un pasado del cual poco o nada se sabe.
La infravalorada Elizabeth Debicki vuelve a sobresalir como una damisela en apuros muy parecida a la que ya interpretó en Viudas para Steve McQueen. Debicki se pone bajo la piel de Kat Barton, una tasadora de arte que está casada con el matón ruso (mitad Gary Oldman en Léon: The Professional, mitad caricatura) de Brannagh y que vive chantajeada con la esperanza de algún día tener la custodia de su hijo, escapar y no ver atrás.
Pattinson, quien se encuentra en una seguidilla de buenos roles (Good Time, High Life, The Lighthouse), cumple con discreción como un agente que sabe más de lo que aparenta.
Igual de ambiciosa que Inception, pero no ejecutada con la misma lucidez, Tenet es un vertiginoso espectáculo visual que con el cual Nolan crea nuevos caminos en un género sobreexplotado.