cuatro tomas, ni un corte.

Hollywood no puede llegar a ser más experimental que esto.

Con la lenta introducción del muy resistido cine digital a comienzos de este milenio, Mike Figgis, director que por su sensacional trabajo en Leaving las Vegas quedó en calidad de ser un one-hit wonder, plasmó algo que seguramente algunos han de creer que todavía no se ha hecho: una película en tiempo real, sin cortes, con cuatro tomas rodando en simultáneo. El resultado de ese experimento resulta en Timecode, un drama que es pura forma y poco fondo.

En la ciudad de Los Ángeles, las cuatro historias convergen por el personaje interpretado por Stellan Skårsgaard, Alex, un director de cine casado que mantiene un romance con una aspirante a actriz (interpretada por Salma Hayek) que a su vez está en una relación con una empresaria (Jeanne Tripplehorn) que sospecha de su infidelidad.

El cuadro es rellenado, si se quiere, por lo que sucede en la oficina de una terapeuta que analiza con la esposa de Alex, Emma (Saffron Burrows), la posibilidad del divorcio, y con los ejecutivos y empleados de un estudio de filmación mientras trabajan en la pre-producción película que ha comenzado con la etapa de casting.

Pero aquí la historia es lo de menos. Figgis, que además de dirigir, produjo, escribió, montó y hasta compuso parte de la música, parece más interesado en el concepto que en la propia narrativa.

En algunos pasajes los diálogos son inaudibles, personajes hablan y murmullan por encima de otros y la música, con el obvio fin de ambientar para dar cohesión al relato, sólo hace que toda la experiencia sea más estrepitosa de lo que debe.

Sin embargo, uno estaría mintiéndose a sí mismo si se convence de ver Timecode por la trama. Estamos aquí por la novedad que representa una película sobre historias interconectadas en el sentido más literal de la palabra.

Considerando las múltiples acciones que acontecen en pantalla, está claro que Figgis pensó en el visionado. Porque el cómo ver la película es una decisión con la que te chocas de entrada. Hasta el póster lo sugiere.

De arriba a abajo. De abajo a arriba. De izquierda a derecha. De derecha a izquierda. Después de un tiempo son cuestionamientos que no importan porque, como alude cierto principio matemático, el orden de los factores no altera el producto. Aunque eso no quiere decir que no haya espacio para nuevos hallazgos de elegirse visionar la película de otra forma, ya sea prestándole atención a los fragmentos silenciados o en los que no pasa mayor cosa.

La naturaleza experimental de Timecode no es algo que solo se refleja en pantalla, sino también en lo que sucedió detrás de cámaras. En lugar de un guion tradicional, Figgis permitió que su reparto, en el cual también se encuentran nombres como Holly Hunter, Kyle MacLachlan, Danny Houston, Leslie Mann y Alessandro Nivola, improvise en base a unas cuantas acotaciones que escribió sobre partituras.

Más que funcionar como una película, Timecode se digiere mejor si se la aborda como el experimento que es. Claro que hay quienes puedan querer buscarle la quinta pata al gato teorizando cómo la fragmentación, el desorden y el ruido (tanto sonoro como visual) puedan ser una representación de la vida como la conocemos, pero eso no sería otra sino dar una lectura que la película no amerita.

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